miércoles, 4 de noviembre de 2009

El misterio de Belgrano y su Bandera

Siguiendo los misterios de la Bandera Argentina, varios historiadores con los que coincido han llegado a la conclusión de que la bandera que desplegó Belgrano en las barrancas de Rosario a principios de 1812 fue la misma que fue ocultada en la última gran batalla que realizó Belgrano en el Alto Perú, lo que se conoce como “el desastre de Ayohuma”, dicha bandera fue encontrada posteriormente en la capilla de Titiri, luego de la fuga del gran general y cuidada primorosamente por los indios de la región y escondida atrás de dos grandes cuadros de Santa Teresa en el altiplano boliviano. Uno de los cuadros escondidos medía 2,34 metros por 1,56 metros y era de color celeste-blanca-celeste y la otra de casi las mismas dimensiones era aún más misteriosa, sus colores eran blanco-celeste-blanco. La casualidad hizo que el Padre Arrieta encontrara las dos banderas y allí se planteó la discusión que hasta ahora no ha terminado. El historiador Augusto Fernández Díaz sostiene que esa segunda bandera es la que realmente se enarboló en las barrancas de Rosario en 1812. Personalmente coincido en este punto con Fernández Díaz, porque coincide con el pendón de los borbones, lo que la hace más espontánea aún ya que esta demuestra que surgió sólo de su propio uso, lo que hace más meritoria aún la trayectoria de nuestra querida bandera. Alrededor del año 1896 el gobierno boliviano, en un gesto inmenso de solidaridad, entrega al gobierno argentino la bandera celeste-blanca-celeste que se conserva en el Museo Histórico Nacional, pero la verdadera bandera queda en el Museo de Sucre, en Bolivia. El mismo Mitre dice textualmente: “Cada historiador agrega un eslabón nuevo a la cadena de la tradición que se eslabona formando un sistema, y no puede decir por esto que el último eslabón agregado constituya toda la cadena y que los anteriores sean inútiles”. La virtud de Mitre es realmente lo que se conoce en Derecho como “prior in tempore, potior jure”, o sea, “el que primero escribe es mejor que el anterior”.
En la realidad yo creo que los colores de la bandera realmente pertenecen a la Orden de Carlos III y a la vez provienen del color de la Orden del consulado de Buenos Aires que estaba protegido por el manto de la Inmaculada Concepción, o sea que en realidad es posible que la haya enarbolado mirando al cielo, pero tendría que ser coincidente con un día límpido y claro. Actualmente podría saberse, con métodos más científicos si realmente fue un día de esas características. Por ahora es conveniente que lo dejemos así, porque esa controversia podría provenir desde la misma fundación de Buenos Aires y de su escudo y allí tendríamos que remitirnos a mi propia teoría sobre las sociedades secretas porque muchos americanos eran “Caballeros de la Orden”, sociedad secreta que se formó a partir de la invasión de Napoleón a España. Los colores azul y blanco también corresponden a una Orden “secreta” formada por French y Berutti en 1810 y anteriormente a los colores que usaron durante las invasiones inglesas los húsares de Pueyrredón. La historia es demasiado larga y misteriosa, por ahora dejemos las cosas como están y recordemos a Belgrano con el honor que se merece, porque indudablemente los más notables héroes de nuestra historia fueron Belgrano y San Martín.
De cualquier manera el misterio continúa, ya que algunos escritores más clásicos como Diego Mantilla (h) sostienen que si bien no fue una bandera de derecho, lo fue de hecho, ya que se necesitaba un símbolo para distinguir las tropas de ambos bandos. Además de lo antes ya expuesto, el doctor Mantilla, siguiendo los pasos de Mitre y de documentos del propio Belgrano considera que la verdadera bandera estaría en Salta.
De cualquier manera y aunque lo dejemos aquí, el misterio continúa y es sumamente probable que por alguna razón nunca se pueda dilucidar del todo, mientras tanto, las discusiones y teorías continúan y pienso que jamás terminará. Mientras tanto nuestra bandera seguirá flameando orgullosa bajo el cielo de la Patria en manos de cualquiera que se considere un hombre de bien, tan de bien como Manuel del Sagrado Corazón de Jesús Belgrano.

Alberto Raso.


Nota del autor:
El autor se inspiró para este escrito en más de cincuenta historiadores incluyendo a mi hermano Diago Mantilla (h) y en los propios escritos de Mitre, Belgrano y Pueyrredón y documentos reales de la época y se la dedico a mi verdadero hermano, Dito Raso que atesoró hasta el momento de su partida final miles de libros y documentos que heredó de mi padre y de mi madre.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

No está de más recordar que los nombres completos y correctos del Licenciado en Leyes y General, eran estos: Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano.
Pues en este tipo de artículos, un error como el cometido hacen dudar de muchas cosas.

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