jueves, 26 de noviembre de 2009

Apero de Plata

Una vez, yendo para Caá Caty a visitar a un amigo llamado Kindernecht (alias el Flaco), se rompió el auto en el medio del camino, a casi setenta kilómetros de San Luis del Palmar, mi teléfono no andaba, yo miraba para todos lados y el sol ya empezaba a ponerse para el lado del Chaco y nadie pasaba, de golpe apareció una combi y paró y me preguntó si necesitaba algo, yo le dije que necesitaba una rueda de auxilio y el chofer me invitó a llevarme hasta Caá Caty, donde seguramente me solucionarían el problema, lo pensé un minuto y le dije que no, por temor a que me lleven algo de mi camioneta, ya llevaba dos rejas y un montón de sifones antiguos que eran hoy casi una reliquia. La cuestión es que la noche llegó y nadie más pasó, de golpe miré hacia la izquierda y vi una luz mortecina en un rancho de adobe y paja y me fui acercando lentamente mirando siempre mi camioneta hasta que de pronto salió un hombre que pareció de unos cuarenta años y le dije que si podía sentarme un rato junto a él ya que estaba cansado. El me miró y me cedió una banqueta cruzada y el entró al rancho y trajo un cofre atado con tiento y se sentó a mi lado y casi no dijo nada hasta que de pronto empezó a hablar y me dijo textualmente: “mire mocito, si no vienen rápido a auxiliarlo, va a tener que quedarse a dormir aquí porque se viene un aguacero grande”, yo instintivamente miré hacia arriba y el cielo estaba estrellado y le dije: “El cielo está estrellado, por qué le parece que va a llover”, él agarró un palito y me mostró con un candil una larga fila de hormigas que se cruzaban sin cesar y llevaban hojas más grandes que su propio cuerpo y me dijo: “Estas no trabajan al pedo, se viene el aguacero” yo lo miré extrañado y de pronto sentí un trueno que parecía un cañón y a los diez minutos se largó un aguacero que parecía que nunca iba a parar. El agua venía del sur y el alero era corto y entonces me invitó a pasar a su rancho, entramos y nuevamente me invitó a sentar sobre su baúl atado con tiento y él se puso a preparar unos mates, tomó el primero y luego me convidó y empezamos a hablar; yo le pregunté cuántos años tenía y él contestó “no sé” pero mi padre trabajó para los Mantilla “cuera” y mi abuelo estuvo en la guerra del Paraguay y mi bisabuelo anduvo con Belgrano y yo participé en la batalla del “Tabado” cerca de Saladas. Yo calculé rápidamente y el hombre no podía tener menos de 87 o 90 años y allí empecé a preguntar rápidamente distintos tipos de cosas, mi genio de curioso y anticuario no pudo más hasta que le pregunté qué había en su baúl que estaba con tiento y él me contestó: “el apero de mi padre que heredó de sus abuelos”. Yo seguí insistiendo y pedí que me lo mostrara y el me contestó: “¿para qué? Si no se vende.
Me quedé callado un rato y volví a insistir y dije: “Mire señor, capaz que es un apero valioso, muy valioso y puede ser que con él se pueda comprar una camioneta.
“Si no sé ni manejar, y aparte no sirve para cruzar los esteros y yo siempre quiero llegar primero hasta la Virgen de Itatí”. En ese momento recién me percaté que el hombre tenía un caballo y le pregunté de qué raza era y él me contestó: “Es un bayo marca Mantilla que según dice la leyenda: Uno lo baja y otro lo ensilla y capaz que sea así, porque siempre suelo llegar primero a la Virgen de Itatí. Miré para el lado de la ruta y lo vi parado al flaco de Caá Caty y me fui no sin antes hacerle una oferta generosa, antes de partir y el gaucho me contestó: “El apero no se vende, hasta luego mocito”.
Me fui caminando y le conté la historia al Flaco y éste se empezó a matar de risa y me dijo: “Mirá Tatín, ese señor es Esquibel y tiene el mejor apero de toda la región, y no vende por nada del mundo, ya le ofrecieron dos jaulas de ganado y no aceptó.Arreglamos el tema de la camioneta y yo me volví a Corrientes pensando en la filosofía del gaucho de Corrientes y el apero... que no se vende por dinero.
Nota de autor:
Hace tres años me vinieron a ofrecer un apero completo, era un chico de aproximadamente 25 años, la caja era igual, me acerqué a su camioneta, lo miré sin abrir y le dije: “No compro plata”. Tuve miedo, finalmente lo compró Burli, un amigo que se dedica a comprar plata y luego me lo ofreció y yo pienso que se trataba del mismo apero, pero sin la silla de montar y hoy estoy casi seguro que soy dueño del apero, que no se vende “por dinero” y por esa actitud del viejo Esquibel, descendiente del legendario “Pájaro” Esquibel quiero escribir algo así como una poesía siguiendo o tratando de seguir paso a paso su filosofía:
Hasta el gaucho más austero
Tiene pañuelo y sombrero
y el caballo más ligero
de todita la región
yo le gané el corazón
y él me explicó su razón
hay cosas que no se pagan con dinero,
el caballo y el apero
ni tampoco el sentimiento
cuando llegar el momento
en que habla de su mamá
también un facón brasilero
y cuando lo saca lo transforma en yacaré
también tiene un talero
que no usa para castigar
y cuando se pone a soñar
con la Virgen de Itatí
la carrera va a ganar
y va llegando primero
cruzando montes y esteros
con su caballo ligero
imposible de parar
el paisano es bien sincero
y tiene un apero de plata
que aunque anduviera a pata
ese apero... no se paga con dinero.
Alberto Raso – Tatín –

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