martes, 3 de noviembre de 2009

"El vigilante: La historia de Ciriaco Coutinho".

Sucedió en Buenos Ayres en 1853.

Ya se está poniendo el sol con sus rayos luminosos, la Patria al fin se está formando como quería el brigadier, formando un crisol de razas, Buenos Aires es apenas una ciudad, que no tiene más de mil casas.
"¡Las siete han dado y sereno!", dijo Solís, dando un grito que se escuchó desde lejos, los mulatos empezaron a prender velas, formando una larga estela, de velas, que terminaban en el ocaso, y nuevamente Solís dando un grito "¡las ocho han dado y sereno!". Pero esta vez ese grito, era un grito libertario, no era un grito cualquiera, era un grito extraordinario, un grito casi sagrado que se escuchó desde lejos, hasta allá en el cementerio y desde allí hasta el osario.
"¡Qué grito!" dijo Ciriaco Coutinho que se crió desde niño con la divisa punzó y empezó a preparar las calchas para no olvidarse nada, primero afiló su daga, después la acomodó y allí nomás empezó; lo primero es el talero, después la divisa punzó, luego su chiripá arriba del calzoncillo, que su mujer le bordó con mucho cariño, como si fuera para un niño, luego la polaina austera, sobre su bota de potro, que seguro era de otro, porque él no podía comprar. Lo principal era el poncho, bastante deshilachado, y luego empezó a repasar sus cosas de lado a lado, luego miró al costado y de su mujer se despidió con un largo beso, porque esa noche ya presentía que algo raro iba a pasar.
Ciriaco se fue caminando y mirando al frente nomás, pero su ojo miraba de lado a lado, por las dudas nada más.
A lo lejos se escuchaba una vidala oriental, por supuesto federal, que así decía: "Argentinos y orientales, vamos juntos a pelear, cuando el cuchillo se mella, es mas lindo degollar", Coutinho miraba al frente por mirar nada más, porque sabía que si lo mataban, iba a ser por atrás, porque el unitario es cobarde y por demás traicionero y sólo un disparo certero a Coutinho iba a parar, la cuestión era saber quien llegaba primero, Ciriaco o el traicionero.
A las doce llegó Coutinho, a la casa de su patrón y allí mismo empezó a rondar como si fuera un perro, "La vieja casona del Restaurador" abrió su poncho del lado de afuera y preparó la daga, la más ligera, de toda la región. Ni un sonido se escuchaba, sólo el sonido del viento y Ciriaco estaba atento y en ese mismo momento, un sonido delató al traicionero, la daga llegó primero y después llegó el cañón, Ciriaco quedó parado y allí nomás salió el patrón. Ciriaco cerró su poncho, y el patrón le preguntó: "¿Qué fue ese cañón Coutinho?" y contestó: "Nada nomás patrón, debe ser un festejo por lo de la federación", "¿entonces sin novedad?", "sin novedad mi patrón", Coutinho dio dos o tres pasos y se fue retirando del lugar y allí empezó a pensar; al fin y al cabo es mi cuero, yo me jugué por entero, por salvar a mi patrón.
Cuando al cabo llegó el Tape Loza y los gauchos de los cerrillos, Ciriaco estaba parado y pidió un último cigarrillo y después se desplomó y del pecho salió sangre, sangre de un rojo punzó ..........


Alberto Raso - Tatín -

Nota del autor I: El autor se inspiró para este cuento en la biografía del lugarteniente de don Juan Manuel de Rosas, Ciriaco Coutinho y en algunos pasajes de Pedro de Paoli y en la poesía del propio Pedro de Paoli y en una vieja vidala oriental que se cantaba en épocas de Rosas y Uribe en la ciudad de Buenos Aires y en su propia imaginación y en archivos de la época que están en mi poder.

Nota del autor II: El siguiente cuento lo dedico a todos los que quisieron una gran Argentina libre y soberana, sueño de todos los argentinos y por supuesto a mi amigo el Tape Loza, que siendo porteño de ley, pasó a ser un curuzucuateño de ley y encontró su lugar en el mundo aquí, en Curuzú Cuatiá.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Haz tu comentario