jueves, 19 de noviembre de 2009

Azúcar, Pimienta y Sal

Hoy vinieron a visitarme Azúcar y Pimienta y Sal. Se quedó en casa para lo que guste mandar, pero nadie lo tome a mal, porque al final de este cuento nada quedará mal, y si queda mal lo siento, y lo que más yo lamento es tener que lamentar lo que siento en este momento, porque al final de este cuento, lo tendrán que lamentar.
Azúcar bajó primero, con regalos para todos y para mí trajo una especie de frazada que ella hizo como quiso y fue por sus propias manos y por eso te digo hermano, que no se apuren todavía para poder este escrito porque para bien o para mal, lo importante es el final.
Pimienta bajó después y me dio semejante abrazo que me dolió la costilla, el abrazo me trajo a mí de regalo y yo casi me resbalo, porque semejante regalo no lo esperaba para nada, el abrazo que me hizo crujir la costilla, no me importó para nada, porque después de todo “de tal palo tal astilla” y a mí me pareció que me estaba haciendo cosquillas. Pimienta también trajo regalos, pero para todos los nenitos, yo me quise hacer el chiquito, pero no la pude engañar y me puse a llorar como un pequeñito.
Cada cual con su cada cual fueron acomodando sus cosas, todas eran muy hermosas y ahora llega el gran final porque ahora aparece Sal que es mi esposa y a la que yo más quiero y por eso espero y desespero porque al final de esta cosa, la que aparece es mi rosa, disfrazada de la Sal... que para mí es muy hermosa...

Alberto Raso – Tinta Nachi –
Azúcar, Pimienta y Sal.

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