martes, 3 de noviembre de 2009

"El Negro Engominado"

" A los blancos hizo Dios, a los mulatos, San Pedro, y a los negros hizo el diablo, para tizón del infierno " ("Martín Fierro", poema de José Hernández traducido a más idiomas después de la Biblia).

¿Qué puedo escribir yo, sobre un negro que ya no se haya escrito? En realidad nada, ya que éstos son motivos de cargadas y chistes en todos lados. En realidad no soy racista, pero tengo un poco de aprehensión por los negros, especialmente cuando son ladinos y mentirosos como el de este cuento.
A pesar de todo lo dicho, es necesario escribir sobre él porque tuvo gracia o desgracia de haber nacido en Curuzú o en Mercedes, pueblos vecinos que son familiares. Como no sé qué nombre ponerle le pondré simplemente Negro (no negro de mierda).
Según cuentan algunos que lo conocieron de joven, parece que este negro de mierda (perdón me equivoqué otra vez) era desde muy temprana edad poseedor de cuanto vicio había por allí: era timbero, mentiroso, caradura y afecto a andar con cuanta china anduviera por los arrabales. A todas sus mujeres les ponía nombre, apelativos criollos, como Isondí, Irupé, etc y era más negrero que Cambiro Barrientos, ¡que es mucho decir! También cuentan que era afecto a andar merodeando por las plazas y parece que hasta conoció a Coco Chanel o la pata quemada. En fin, su vida era un gran misterio y poco se sabía de él, pero un día se empezó a cultivar más y empezó a aprender a escuchar radio, incluso aprendió idiomas, algo de guaraní, algo de la Castilla y hasta por teléfono. Le empezaron a gustar las obras teatrales que daban en los circos pobres, especialmente "Nazareno Cruz y el lobo" o "El gaucho y el lobizón" y luego descubrió la radio y escuchaba siempre historias de terror. Empezó a ir a la iglesia, pero hasta la puerta nomás. (Parece que temía a los sacerdotes). En fin sin amor su vida fue un derroche, y decidió irse para el lado del centro, se hizo amigo de un flaquito orejudo y de un cantor que cantaba en inglés (del que no entendía nada por supuesto) y que después se hizo famoso. Y así lentamente se fue acercando para el lado del centro, primero una cuadra, después otra, hasta que llegó a la cuadra del banco y se enamoró (¿quién no?) de una rubia hija de un gerente de banco que le enseñó a bailar algo más que polcas y chamamés. Lamentablemente volvió a reincidir como tantas veces y volvió a su casa natal y a su vieja plazoleta, donde había o aparecía en la mitad de la noche el famoso "hombre gato" (que al parecer era una enfermera con uñas de acero tipo Freddy Krugger) y un poco por temor y otro poco por ladino se fue para la plazoleta Sargento Romero (cerca de la terminal vieja) donde conoció a Coticha Godoy y al célebre Hermano y también disparó de allí y se empezó a acercar lentamente hacia la mitad de la cuadra Caá Guazú y luego dio la vuelta y se fue haciendo amigo de algunas chicas del centro y hasta llegó al Club Social (donde los negros no eran permitidos salvo en horarios especiales) pero como este negro era muy ladino fue tomando confianza y ya llegó hasta el Colegio Nacional ante el asombro y el horror de la señorita Morín Gonsebatt, Navia Adaime y Abel Tahua. Después avanzó aún más y llegó hasta la esquina de Berón de Astrada y Juan de Vera y conoció tipos de su misma calaña, un rubio peleador, un flaco patotero, y un cantor aficionado que vivía a la media cuadra.
Cuenta la leyenda que hasta llegó al Club Belgrano y al Curuzú especialmente para los bailes de carnaval.
A partir de allí, nunca supe más de él, hasta que un día le encontré nuevamente en Corrientes y supe que tuvo ocho hijas mujeres y un varón (tal como la leyenda de las brujas) y hoy tengo el orgullo de ser padrino de una de ellas.



Para nuestro querido Negro Avellanal de todos sus amigos y de la familia Raso Montes.





Nota del autor: Este negro ladino y sotreta (al decir de Patoruzito) fue uno de los pocos amigos que estuvieron en las buenas, en las malas y en las muy malas a mi lado, luchando para salvarme la vida. Fue el tipo que puso en mi bolsillo junto con otro amigo sus últimos pesos para mi primera operación al corazón, que gracias a Dios no los necesité, fue el tipo que me hizo cambiar la vida, en un momento crucial de mi existencia, cuando tenía que decidir mi destino final. Fue el gran amigo con el cual recorrimos todos los lugares del país (especialmente los que tenían casino), fue el tipo que desinteresadamente puso todo de sí para ayudarme, fue el tipo que como dice Pola, pasea su pinta de galán maduro por Corrientes en compañía de sus hijas e hijo. Fue el tipo que formó junto a su Margarita una familia ejemplar, fue el tipo que no tiene problemas en ponerse una camiseta vieja y labrar la tierra (su sueño) y plantar semillas. Mi familia se siente orgullosa de que sus hijos nos llamen tío, y yo me siento más orgulloso aún cuando mi ahijada Trinidad me dice padrino (Trini cumple 15 años en unos días) me gustaría heredar el padrinazgo que dejó José Luis, pero no es posible.

Ese negro, ese negro es el negro que yo conocí.

Un gran abrazo y un aplauso para él. Nos vemos


Nos vemos.


Tatín.


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