miércoles, 4 de noviembre de 2009

Hay baile en mi pago

Hoy hay baile en mi pago, en la estancia “Nueva Italia”, la paisanada está inquieta y eso que son las tres, el Cirilo está más nervioso, que todos los demás, un paisano se le acerca, y le pregunta nomás “¿Qué te pasa chamigo que tenés así la jeta?”, “nada”, dice Cirilo, “Mirá que soy tu amigo y te conozco demás”, le dice el Moncho, “algo traés bajo el poncho”, le dice de nuevo el Moncho. “Nada”, dice el Cirilo lavándose los pies, “lo que pasa es que tengo miedo de que venga el aguacero y nos pase lo de la otra vez, que el aguacero llegó primero y el baile se suspendió para después”. El Moncho se fue a sentar en su rincón preferido y ahí se puso a matear y se volvió a levantar y le volvió a preguntar y dijo: “Contáme nomás chamigo, sabés que yo soy tu amigo y a nadie le voy a contar y te quiero más que a un hermano y tanto como a un hijo”. “Y bueno”, dijo Cirilo, “a vos te voy a contar, pero sentáte a mi lado”, Moncho se sentó al costado, cerquita, casi pegado, para que los otros menchos no pudieran escuchar, y entonces le dijo al oído; como culo y calzoncillo: “El asunto es muy sencillo, esta noche a la “Jana”, yo me la voy a robar, la hermana ya está apalabrada, sólo me falta la vieja que es por demás celosa”. El Moncho se levantó y le dijo: “Así que esa era la cosa que no me querías contar” y se volvió a sentar y al oído él le dijo: “Quedáte nomás tranquilo, que yo te voy a ayudar, vos hacéte el distraído, que yo me encargo de lo demás”.
Y Cirilo quedó tranquilo y el Moncho se fue a sentar; la paisanada ya se iba preparando, acomodaban sus cosas, unos su chiripá, otros sus botas de lujo y su mejor pañuelo rojo, cada cual a su antojo se iban acicalando y de vez en cuando iban mirando el reloj.
Desde la siesta estaba la lona preparada formando un círculo casi perfecto porque don Luis es muy correcto y no quiere que nadie falle, ni falte a su paisanada, ni siquiera durmió la siesta para que esté buena la fiesta. A las siete ya llegó la policía con un viejo comisario, un sargento primero y toda la milicada y empezaron a probar toda clase de empanadas y el asado lo dejaron para cuando termine el baile. “¿Todo bien?”, preguntó don Luis y el comisario le dijo: “Sí patrón, ya está todo listo”. “Y bueno”, dijo don Luis y se fue a descansar un rato no sin antes repasar, la lona y todo lo demás, “tranquilo nomás don Luis, que aquí no se escapa ni un cuis”. El comisario era Jara que era bastante desconfiado, el sargento era Solís que era su mano derecha y el otro era de Corrientes, que era el más letrado, los demás eran milicos viejos que vinieron de todos lados. Del pueblo llegó el Negro Avellanal y Ramiro Guglielmone y algunos otros colados y capaz que iba yo también con mi hermano que ya estaba preparado, también Carlitos Larralde porque don Lomónaco estaba haciendo el asado y además era vecino. Allí no faltaba nadie, ni siquiera don Cichero, y demás está decirle que todo Perugorría y toda la paisanada de Campana Cué y de Mercedes, de Sauce y por supuesto Borderes, que era el mejor boticario y llevaba en sus maletas la cura pal yarará, nada dejó en el armario. Después llegó don Jacobo con Carlitos y dejó a José, porque era muy chiquito, don Oria ya había llegado con su pucho de costado y seguro que estaba don Raso que era el gerente de Obras Sanitarias de la Nación, también Ansola con toda su peonada, a nadie se revisaba por orden de don Luis.
“¡Se largó la función!”, dijo don Luis dando un grito, “y esto es para la peonada, los patrones y gerentes que vayan para el galpón. Las mujeres entran primero y la peonada después”, don Jara se hacía el “tatú” y miraba como si nada.
Las mujeres fueron entrando, la Juana y la hermana primero y después entró la vieja desconfiada, que miraba para todos lados, a sus hijas y especialmente a la Juana que era la más linda de todas las hermanas y además, la más casadera no sea que no se case y le dure la vida entera. La vieja se sentó derecho a la puerta de lona, para poder vigilar a toditos los paisanos, y a la Juana se pegó como estampilla y no se movió más de su silla.
Los paisanos fueron entrando, muy bien acicalados, con botas relucientes, hasta se lavaron los dientes y se pusieron agua florida, que es la loción preferida y también grasa de potro en el pelo para que quede brillante lo mismo que un diamante, y encandilar a su querida.
De todos los paisanos el Moncho entró primero haciéndose el distraído, después entraron otros, y el “Cirilo” entró después haciéndose “el oso” pero mirando derecho a la “Juana”; estaba nervioso, pero a la vez tranquilo, sus miradas se cruzaron y allí mismo se desearon y no veían el momento de que la vieja se descuidara, y allí apareció Moncho con su poncho bien cerrado y del primer taleraso hizo sonar el candil que ya estaba preparado, la lona se empezó a quemar más rápido que un bombero, y empezó la confusión y en el medio del entrevero la Juana y su amor verdadero se jugaron por entero y salieron disparando para el lado de los esteros, la Juana subió de un salto y el Cirilo, corrió como un refucilo y dio un largo sapucay porque sabe que se llevó la mejor prenda y que otra como ella no hay.
El fuego ya se apagó y el Moncho quedó tranquilo y de golpe pegó un grito que se escuchó desde el monte, “¡Cirilo, andáte tranquilo, te dije que te iba a ayudar!”. Y allí nomás apareció Jara y toda la milicada y al Moncho lo pusieron preso pero nada le dolió, la vieja quedó pagando y por demás argelada y eso a él le bastó. Y de pronto se escuchó una voz suave pero muy autorizada, era el patrón don Luis que dijo: “Soltálo nomás che Jara y cométe unas empanadas porque aquí en este campo, aquí no ha pasado nada, ya te dije que la fiesta era para toda la paisanada”. Se dio la vuelta don Luis y se volvió para su gran casa y se sentó frente al fogón pensando: “Lástima que se llevó mi caballo y mi apero preferido, que yo mismo le di para que disparara mejor” y se empezó a sonreír y dijo a los comensales que coman nomás tranquilos, que prueben lo que quieran, porque aquí en “Nueva Italia” el baile era para la paisanada y aquí, aquí, no ha pasado nada..... Y yo les digo porque sé que desde ese día, “Nueva Italia” en honor a don Luis pasó a llamarse...... San Luis......

Alberto Raso – Tinta Nachi –

Este cuento se lo dedico a todos los descendientes de don Luis Bobbio y muy especialmente a mi amigo Antonio y a Corcho y Arturo Sosa Borderes que hoy cumple sesenta largos y cortos años y a todos aquellos que piensan como yo que “cualquiera tiempo pasado fue mejor”.

Nota del autor I:
El autor se inspiró para este cuento en don Luis Bobbio y en un viejo cuadro del gran Molina Campos, que está justo atrás mío, y en la filosofía innata de todos los peones del campo, en especial los correntinos y su sapucay que indica sus estados de ánimo.

Nota del autor II:
Yo sé que muchos amigos quedaron en el “tintero” y les pido por favor, que me perdonen, pero son tantas las cosas y los recuerdos que tengo, que me es imposible hablar de todos, pero a pesar de ello, sé que mis verdaderos amigos me sabrán disculpar.

Alberto Raso.

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