miércoles, 4 de noviembre de 2009

El hombre de Rojo

No sé como empezar esta historia, ni sé qué nombre ponerle, en realidad recurriré nuevamente a los santos del cielo que me iluminen y refresque mi memoria, como Martín Fierro.
Creo que ya está; le pondré el hombre del guardapolvo rojo, o simplemente el Hombre de Rojo.
Hombre de Rojo, tiene dentro de la psicosis una de las más benignas que creo que se llama personalidad bipolar (Yo conocí en el psiquiátrico a alguien con esa personalidad, llamada María que prácticamente era una santa). Pero volviendo al caso del Hombre de Rojo, supongo que tenía esa enfermedad pero con más complicaciones que lo hacían más misterioso aún. Yo sé que lo conozco desde siempre y quizá sea así, en realidad no sé.
El Hombre de Rojo vivió algún tiempo en Curuzú y por ello tengo otra vez la obligación de escribir su historia.
Del colegio primario no lo conozco, pero quizá sí, porque cambiaba tanto que a veces se ponía un guardapolvo reglamentario color blanco y otras veces uno de otro color, lo único que no cambiaba era su rostro, siempre igual, siempre sereno, aunque a veces (debido a su enfermedad) parecía divertido y bailarín.
El Hombre de Rojo fue a la secundaria y a veces parecía alegre y otras veces su rostro era como una muralla de cemento. Era amigo de todos y de nadie, a veces se lo invitaba a alguna fiesta y él iba, pero siempre tarde. Sé que vivía cerca de un arroyo de aguas tranquilas y calmas y que tenía una chacra en algún lujar lejano. Con el Hombre de Rojo tuvimos varios intercambios de ideas y cuando terminamos la secundaria más aún. El Hombre de Rojo se fue a estudiar al mismo lugar que yo y frecuentábamos las mismas confiterías, pero teníamos amigos en común y eso hizo que tuviéramos más intercambios de ideas aún. Yo me fui acostumbrando a su enfermedad psicótica y hasta creo que me confundía tanto como él. Éramos prácticamente iguales, hasta que un día el Hombre de Rojo se recibió y empezó a curarse de su bipolaridad.

Nota del autor:
Hoy estuve en el cementerio y encontré muchos ancestros tuyos. Guerreros de la Independencia que vos conocés.

A partir de ese momento lo perdí de vista y sólo lo veía de lejos y esporádicamente, a veces de guardapolvo blanco y otras veces de traje lo que me hizo pensar que volvió a repetir su bipolaridad, ya que nuevamente empezó a cambiar, se lo veía de rojo, se lo veía de blanco, se lo veía con sombrero y alpargatas, se lo veía en autos, camionetas, ambulancias y hasta a caballo.
Supe que tuvo hijos y los mandó a estudiar afuera y hoy goza de un buen pasar, y ya no está tan apretado como otras veces, creo que encontró su destino final, creo que llegó al momento de las grandes decisiones que tarde o temprano el destino nos depara, creo que encontró su lugar en el mundo y la mujer de su vida, creo que como yo encontró mis cincuenta estrellas.

Amigo lector:
Por supuesto que me refiero a Cacho Basualdo o a Blas Benjamín Basualdo Barrientos, hijo y nieto de gente de rancio abolengo, guerreros condecorados y valientes, tan valientes como él que tuvo que enfrentar con entereza sus luchas interiores y exteriores contra la eterna burocracia, el peor enemigo del progreso.
Hoy el Doctor Cacho Basualdo, es director del Hospital Militar, del Hospital Civil y tiene tantos cargos que no alcanzaría la página, ni las paredes para colgar sus diplomas. Y el más importante es el diploma que lleva en el corazón, el diploma que le hemos dado de “Amigos para Siempre”.

P.D. 1: Cacho no cambies nunca

P.D.: Cacho no te hagas el boludo y regalame algo de lo que te pedí, quiero algo tuyo.

Con el cariño y amor de siempre.

Familia Raso Montes – Tatín –

Un beso y un abrazo de toda la promoción ’67. Nos vemos y al que le toca, le toca.

Alberto Raso

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