miércoles, 4 de noviembre de 2009

La mansión olvidada o la dama inconclusa

La familia Erro siempre fue respetada y honorable en Curuzú Cuatiá, provienen del “Condado de Erro” en España y de allí se desparramaron por el país, pero la mayor parte de ellos fueron para el lado de Corrientes. En realidad no sé que los impulsó a venir a estas lejanas tierras, supongo que fue su afán de progreso y de aventuras, porque todos los Erro que conocí, fueron amantes de la naturaleza y como tales se dedicaron a las tareas del campo y en los años 20 tuvieron su época de esplendor, porque la tarea de cada uno de ellos dio frutos y se transformaron en grandes terratenientes y otros se dedicaron a la actividad intelectual y política.
Por razones especiales, yo no puedo escribir mucho sobre algunos de los integrantes, ya que me corresponden “las generales de la ley”, ya que estoy casado con una de las descendientes de tal familia, es decir mi suegra es hija de uno de aquellos pioneros, que vinieron a hacer grande la Argentina y sobre todo, la ciudad de Curuzú Cuatiá, que es el lugar del destino final de estos Erro. Tampoco sé con certeza los años en que los Erro llegaron a Curuzú. La familia Erro nace en el año 1331 en España, reinado entonces por Alfonso XI, el que le otorgó un condado en Euskadi, es decir la región de los países vascos.
En este caso particular voy a referirme sólo a dos de los integrantes de la familia, a Martín Erro y a Justo Erro. De Justo Erro sólo puedo decir que tuvo cinco hijos, uno falleció siendo muy chico y cuatro de ellos vivieron varios años en Curuzú y actualmente de esa familia Erro, solo queda una mujer en Curuzú Cuatiá y otra hermana en Buenos Aires y varios descendientes que hoy hacen honor al apellido Erro. Tampoco puedo explayarme por ahora en Justo Erro, pero sí puedo hacerlo por Martín Erro, que es el motivo de mi trabajo de hoy porque fue el dueño de lo que en 1960 llamábamos “Las Tolderías” o la “Mansión Embrujada”.
En 1960, todo lo que quedara a más de cinco o seis cuadras del centro, era lejos, a pesar de que la mansión estaba ubicada a no más de siete u ocho cuadras de nuestro querido Bar Colón.
Tampoco sé desde qué año estaba abandonada ni por qué; todo ello hacía que el misterio sea aún mayor, quizá su dueño encontró algo mejor o quizá por la muerte de algún familiar. Yo me inclino por la segunda posición, porque lo que vi allí me hace suponer eso. Mi primer contacto con “la mansión embrujada” fue en 1966, año en que por primera vez entré subrepticiamente saltando un alambrado y lo que vi allí fue extraordinario, mis ojos no podían creer las riquezas allí expuestas, la sensación que me produjo fue la misma que habrá sentido Carter al ver los tesoros de Thut – Ank – Amón. Mis compañeros en esa oportunidad fueron mi viejo amigo José Luis, Carlitos Jacobo y alguno más que no recuerdo con claridad, sólo sé que mi curiosidad y mi adrenalina superaron ampliamente al miedo pero la casa principal estaba recubierta en todos los lados por un alambrado que empezaba en el suelo y terminaba en el techo, lo que la hacía inexpugnable. Ese primer día fue inolvidable, jamás me olvidaré de ninguno de los detalles de lo que vi en el medio de la oscuridad.
Al otro día de tal experiencia, me preparé de otra manera, conseguí una potente linterna Eveready y me puse un traje de “combate”, porque de alguna manera tenía que entrar a ese lugar de ensueños. Cuando al fin llegó la noche reuní a mi grupo de amigos los que se sumaron algunos más y partimos en busca de “mi santo grial”, para ese momento ya me había informado de algunas cosas más, cuya fuente fue la señora Mey Andino de Raffo, madre del famoso Pola Raffo. Ella me contó que anteriormente estaba habitada por Martín Erro y su señora, famosos ambos por sus excentricidades, ya que paseaban por el pueblo cada cual por su lado; la señora en un carro tipo pertiga romana tirado por cuatro caballos blancos y él paseaba en dos poderosos lancias de rueda de madera y únicos en Argentina, traídos especialmente para el poderoso señor Martín Erro. La casa además estaba rodeada por un alambrado perimetral de gran altura con árboles que hacían casi imposible mirar hacia adentro, en esa pista perimetral tenía cuatro leones africanos, infinidad de pájaros y monos y un acuario natural en el suelo. En el centro había una pileta de natación esmaltada y un observatorio astrológico, ambas cosas aún existen y forman parte del actual hogar de niños de Curuzú. Por supuesto que ahora piensan que el observatorio es algo así como un horno para cocinar algo, pero las máquinas que están abajo aún existen y podrían ponerse en funcionamiento, aunque el telescopio ya ha desaparecido y quién sabe en qué manos fueron a parar.
Todo lo contado por la señora Mey Andino de Raffo hizo que mi imaginación volara más aún y que mi adrenalina aumentara cada vez más. La mansión en cuestión tenía cuatro casas, una en cada esquina, de las cuales tres estaban vacías y una estaba ocupada por un cuidador de apellido Cócerez y que por esas cosas del destino, había sido empleado de mi padre.
Luego de todos los preparativos emprendí la aventura de mi vida y a las once de la noche, partimos hacia la mansión embrujada. Un amigo y yo saltamos el alambrado y dos amigos quedaron afuera, en realidad ambos estábamos con miedo, pero la curiosidad era cada vez más intensa. Yo me fui directamente al alambrado perimetral de la casa y prendí mi linterna y lo que allí vi fue el sueño de todo coleccionista, era una pared de 10 metros de largo por 2,50 de altura cubierta completamente por armas paradas una al lado de la otra y escudos hechos con espadas en forma de abanico. Mi compañero de aventuras oía ruidos y veía fantasmas por todos lados, yo sólo tenía ojos y oídos para lo que estaba viendo. Me puse a recorrer todo el exterior de la casa y era una “fortaleza” inexpugnable. Al cabo de veinte minutos volvimos al Bar Colón, pero yo no podía pensar en nada que no fuera la mansión de los Erro, cada vez el misterio era mayor.
Esa noche no dormí y al otro día me puse a averiguar más sobre esa mansión, alguien me contó que allí había además, una colección de animales disecados y otros me contaron otras historias sobre el por qué del abandono. Al fin me decidí y fui a preguntar al cuidador, cuyo hijo era ahijado de mi padre y le pregunté qué es lo que había pasado del por qué del abandono total de ese lugar. Cócerez me contestó que no sabía nada porque el patrón venía cada dos o tres meses y lo hacía únicamente para traerle su sueldo y luego desaparecía nuevamente, también le pregunté si podía entrar a recorrerla y me contestó que sólo tenía las llaves de la casa que él habitaba, pero me dejó entrar y ver todo por afuera y ahora a la luz del sol. Así es que pude ver el observatorio astrológico, la pileta de natación, los dos lancias gemelos, el acuario natural y montón de carros y carruajes destruidos por la acción del tiempo y el abandono de sus dueños. Cócerez me invitó a pasar a su casa y observé que tomaba mate en un mate de plata y que los “modestos” muebles que tenía eran parte de un juego “Renacimiento italiano” y que todos sus enseres eran de primera, además le pregunté si no tenía miedo de vivir con su familia en un lugar que ni siquiera tenía luz eléctrica a lo que Cócerez me contestó: “A la noche no salgo y cuando siento ruidos extraños salgo y pego unos tiros al aire con este” y sacó de debajo de su almohada un reluciente Smith Wesson con cachas de marfil, a mí se me agrandaron los ojos y le pregunté si no lo quería vender, y Cócerez me contestó que no, que era un regalo del patrón. Ese solo acto me hizo entender de la prodigalidad de todos los Erro. Y además me dejó más tranquilo porque supe que el “cuidador” no disparaba su revólver a las personas sino al aire.
A la noche volví a ir, pero esta vez con Carlitos y Tito, nadie más se animó. Carlitos y yo saltamos el primer alambrado y yo rápidamente me subí al propio techo de la casa, era un hermoso día de primavera y la noche estaba tan clara como si fuese de día, esa noche que nunca olvidé no pude entrar a la “mansión embrujada” porque desde el techo tampoco se podía, ya que tenía un alambrado de púas del lado de adentro.
Con gran desilusión volví al eterno Bar Colón, mis amigos se reían y creyeron que al fin me dejaría de joder con la mansión de los Erro, pero nada más incorrecto que eso, ya que la mansión se había convertido en una obsesión y un desafío personal que no estaba dispuesto a abandonar aunque el asunto era difícil.
Pasaron algunos días y se acercaba el día del estudiante, que también era otro desafío para mí, porque teníamos que hacer la carroza más importante que realizamos en la secundaria y allí la cosa se puso más difícil, ya que por primera vez, teníamos la posibilidad de ganar un primer premio.
Pasaron los días febriles de la fiesta de la primavera y como dicen, “pueblo chico, infierno grande” todo el mundo se enteró de nuestras travesías por la mansión de los Erro, pero gracias a Dios nadie se animó a entrar. Yo volví el 27 de septiembre a entrar a la casa olvidada por el tiempo y sus moradores y esta vez con un equipo más osado y sin ninguna clase de temores, entre seis cruzamos el primer alambrado, Roberto Almagro, Jorge Avellanal, Arturo Sosa, Carlitos Jacobo, Ciro Acquarone y el despistado José Luis.
Esta vez la noche no nos favorecía, ya que era una noche de tormenta y rayos por todos lados, pero de cualquier manera había que entrar, porque quizá no habría otra oportunidad, Jorge fue a mirar los automóviles y la pileta de natación y Carlitos Jacobo y Roberto Almagro me ayudaron a subir al muro lleno de lanzas de acero en punta, la adrenalina estaba a mil por minuto, me rompí la camisa, el pantalón y todo lo que podía romperse, en realidad no me importaba, la mansión ya me había atrapado en su misterio. Salté desde lo alto del muro y empecé a recorrer la casa del lado de adentro hasta que encontré una puerta sin llave y me metí directamente, la pieza estaba cubierta de telarañas y casi no se veía a pesar de mi poderosa linterna, de pronto choqué contra algo duro y recién me di cuenta que era un piano de cola de grandes dimensiones, estaba abierto y con una partitura puesta, arranqué todas las telarañas de la pieza y empecé a recorrerla, además del piano había un atril con un óleo sin terminar de una hermosa mujer y un montón de pinturas y pinceles arriba de una mesa y una paleta de pintor. Era como si alguien aún estuviera tocando el piano inspirando al pintor o pintora en su obra maestra. No sé cuánto tiempo pasé allí extasiado y atrapado por el embrujo de aquel retrato y recién volví a la realidad cuando escuché las voces de mis amigos que me llamaban desesperadamente, ya que ahora la lluvia era más intensa. Volví a recorrer el pasillo y fui juntando los objetos que más me llamaban la atención, esa noche todos se llevaron algún “recuerdo” de la mansión, como para demostrarnos a nosotros mismos de que los fantasmas no existían.
Pasó mucho tiempo y nadie volvió a la mansión olvidad, esta vez nadie contó lo que habíamos visto, sin embargo, el misterio continuó. Terminamos la secundaria y cada cual viajó a distinto lugares. Ciro, Basualdo, Pintos y yo fuimos a Corrientes y los otros se dispersaron por todos lados: Carlitos, el Recio González y Gloria Silguero se quedaron en Curuzú; Papi Hanson se fue a Santa Fe al igual que Mauro Brown y Corcho y el Flaco Cravero y Tito se fue a Buenos Aires.
Estando en Corrientes me olvidé un poco de la mansión, pero cuando volvía, nuevamente me agarraba la obsesión y el embrujo de la mansión de los Erro. Invariablemente volvía al lugar, pero ahora ya no entraba, me limitaba a recorrerla por fuera y a tratar de comprender el por qué de su abandono, pensaba en qué había pasado allí, en quién era la hermosa mujer del cuadro inconcluso y qué manos serían las que tocaban ese fabuloso piano de cola. Nunca, ni aún hoy nadie pudo explicarme con certeza cuál fue el motivo de la desaparición, ¿quizá una tragedia de amor?, ¿quizá un desengaño súbito? O quizá simplemente sus propietarios la cambiaron por un lugar mejor, lo cierto es que ella permaneció cerrada desde 1925 hasta el año 1980 aproximadamente.
Por un tiempo perdí el entusiasmo y fueron tiempos difíciles para mí, ya casi no tenía sentido viajar a mi pueblo tan querido, sólo viajaba para las fiestas o para ocasiones especiales pero las pocas veces que iba, uno de mis destinos era ir a ver la mansión fascinante, que volvía a enamorarme como otrora. Una de esas veces pedí permiso para entrar y me lo dieron y volví a recorrer toda entera y palmo a palmo. Ya en ese entonces faltaban los dos autos lancia gemelos: pregunté qué pasó y alguien me dijo que se los había llevado Rodríguez Larreta (alias Larry) famoso corredor de autos. Lo demás estaba intacto pero abandonado como siempre y ya había perdido parte de su embrujo, era como si ella sola se fuera mutilando poco a poco. En cada viaje algo faltaba, hasta que me enteré que se había vendido totalmente a un señor de apellido Álvarez, al que yo conocía perfectamente así que fui derecho al grano y le pregunté qué destino había tenido el piano, las armas y el retrato de la mujer inconcluso. El señor me contestó en forma displicente que todo se había tirado y que allí se iban a construir departamentos y en la parte donde estaba el piano se construiría un gran complejo para niños carenciados. Lo que dijo no me convenció para nada, pero me tuve que morder la lengua para no insultarlo.
Años más tarde volví a Curuzú y vi el complejo “extraordinario” que parecía más una prisión, que un complejo para niños. Nuevamente entré, y esta vez acompañado por mi sobrina que trabajaba en el mismo en sus ratos libres y “ad honorem”. El comprador había cumplido su palabra, pero se quedó con “la parte del león” y la gran mansión perdió todo su encanto y embrujo, nuevamente en aras del progreso se derrumban cosas históricas que hoy darían a mi pueblo una importancia extraordinaria y sería una fuente perpetua de recursos turísticos.
La última vez que viajé a Curuzú fui a visitar a Antonio Ferreira que vive en uno de esos departamentos que hoy se alquilan en 900 o 1000 miserables pesos lo que multiplicado por 25 o 30 da una suma considerable de pesos. Estas casas tan modernas en menos de diez años se irán rajando o deteriorando de tal manera que serán ruinas y nadie querrá alquilar. Mientras tanto la mujer inconclusa se irá vengando poco a poco y al final logrará su objetivo y su piano volverá a sonar como antes, aunque ya no esté y el pintor o la pintora podrán terminar su obra maestra.
Cada vez que pienso en la mansión me pregunto: ¿Por qué no hicieron un museo? ¿Por qué no recuperaron sus jardines y paseos? Y solo me contesto que el mundo está yendo al revés y que todo acto de “progreso” es nada más que una marcha hacia atrás que el hombre está pegando y que parece que nosotros, los argentinos somos los bestias del mundo, porque toda Europa vive gracias a su turismo y a sus tradiciones, España no destruyó nada, Francia no destruyó nada, Venecia y Roma tampoco y cientos de países viven nada más que del turismo y nosotros destruimos todo y cada vez tenemos menos, porque ya nada es nuestro y lo poco que queda será inexorablemente ajeno gracias a los gobiernos que supimos conseguir, y por ello siempre digo y lo repito para no olvidarme, que todo tiempo pasado fue mejor y que si alguien tiene dudas que le pregunte a los “dinosaurios” de la promoción ’67.

Alberto Raso – Noc Cabrón –

Nota del autor:
Todo lo que conté es cierto y esta vez los nombres no están cambiados, porque tengo la esperanza que alguien lea esta nota, que es parte de nuestra hermosa historia.

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