miércoles, 4 de noviembre de 2009

Más de mitos y leyendas – Pío Pro

En Curuzú existió una persona, que se transformó en una leyenda que mi padre me contó, después otros dijeron que la leyenda de “Pío Pro”, en realidad no fue así, pero yo no creo que haya sido distinta, yo creo en que lo que mi padre me contó, y no porque fuera mi padre sino porque en realidad me parece más coherente y los hechos y razones históricas me indican que la realidad, fue la que me contó mi padre, cuando yo tenía 6 o 7 años.
“Pío Pro” era un hombre normal en el año 1949, trabajador leal cuando tenía patrón y trabajador ideal, cuando no tuvo más patrones. En ese entonces Pío Pro se casó con una linda chica rubia que era menor que él y con ella tuvo un para de hijas, tan rubias como su madre. Su madre trabajaba en la chacra de un patrón cuyo nombre no quiero acordarme y Pío Pro también. Pío Pro trabajaba de sol a sol mientras su mujer y sus hijitas terminaban la jornada a eso de las siete de la tarde y Pío Pro volvía al rancho y así pasaron felices bajo la protección de un patrón. Ese lugar quedaba a casi diez kilómetros de Curuzú Cuatiá, para el lado del Regimiento 4º de Infantería Blindada. En 1952 después de ganar las elecciones los peronistas, se designó a Ramón S. Castillo, encargado de cumplir las promesas que Perón había hecho a los trabajadores, entre ellas las de repartir tierras fiscales de todo el país, sobre todo, las que pertenecían al Ejército Argentino, o las que habían sido adquiridas por usurpación o de mala fe por patrones inescrupulosos y las hacían producir únicamente para ellos, que en realidad eran grandes extensiones de campo y que pertenecían a un gran terrateniente.
Lo concreto es lo que quiero contar, en 1952 esas grandes extensiones fueron divididas en pequeñas parcelas de 15 hectáreas que fueron entregadas a cada uno de los trabajadores rurales de acuerdo al pensamiento del General Perón de que la tierra debe ser de quien la trabaja y sobre todo cuando esas tierras no pertenecen a nadie. Lo cierto es que una de esas parcelas lindantes con el camino que va al Regimiento 4º, le tocó en suerte a este señor conocido por “Pío Pro” y cuyo apellido desconozco. En 1966, la Revolución Libertadora se hace cargo de la situación y declara “ni vencedores ni vencidos”, falacia estúpida y mentirosa porque siempre hubo vencedores y vencidos, y aquí nace la leyenda.
“Pío Pro”, como tantos otros inocentes son puestos a disposición de los partidarios de esa Revolución y a este señor “Pío Pro” le sucede igual destino, con la diferencia que se lo acusa del asesinato de su hermano en forma cruel y desmedida. Al principio “Pío Pro” se resiste, pero luego se entrega para proteger a su familia. El comisario a cargo es un conocido revolucionario de tendencia “colorada” y después de una serie de “preguntas” lo sentencian, sin sentencia, a 25 años de cárcel por homicidio “agravado por el vínculo”. Al cabo de 7 u 8 años, algún juez se “acuerda” de que este hombre existe y lo dejan en libertad y vuelve a su rancho, a su mujer y a sus lindas rubiecitas, el rancho no existe, fue destruido por alguna “mano negra”, y su mujer y sus hijas ya no están. Según pienso yo, creo que la necesidad de subsistir haya hecho que esta fiel y amante esposa haya vuelto a casarse o juntarse con algún paisano de otro lado o quizá haya vuelto a su antiguo oficio de cocinera en alguna estancia lejos de Curuzú.
A partir de ese momento “Pío Pro” se envuelve en un luto eterno que lo transforma en un negro capote brasilero y que siempre a las seis de la tarde baja desde el lado del Regimiento 4º por calle Sarmiento y recorre la ciudad entera, quizá en busca de su mujer y sus hijas y cuando ve una niña rubia, invariablemente detiene su caballo y la examina de pies a cabeza y luego continúa su paso. Esto ocurre invariablemente todos los días del año y al cabo de unos meses las madres de Curuzú a eso de las seis de la tarde, empiezan a esconder a sus hijos y el temor es cada vez más elocuente y se transforma en una clase de psicosis colectiva. Un día, estando yo en la puerta de mi casa sentado, acompañando a mi padre vi llegar al temible “Pío Pro” y quise entrar a mi casa y mi padre me dijo: “Quedáte acá”; yo me resistí pero mi padre insistió y tuve que quedarme a pesar de mi miedo, cuando pasó “Pío Pro”, paró su caballo y me miró como a todo rubio, sus ojos eran profundos y tristes, mi padre le dijo: “Cómo andás chamigo?”. Pío Pro levantó su chambergo negro y saludó a mi padre bajando el sombrero y sin decir una palabra. Cuando se perdió de mi vista, se me terminó el miedo y pregunté a mi padre de adónde lo conocía y por qué lo saludó. Mi padre con una sonrisa me contestó: “Lo conozco de la policía, estuvo preso conmigo, es un buen hombre y está buscando sus hijas”. Después de ese día no tuve más miedo al temible “Pío Pro” y al contrario cada vez que pasaba por mi casa lo saludaba con respeto y simpatía. Y ahora yo me pregunto: ¿hubiese pasado si mi padre no hubiese contado esa historia tan triste? ¿o qué pasó con las mujeres y madres que nunca supieron quién era “Pío Pro”?

Alberto Raso.

Nota del autor:
Cada uno tiene el derecho de creerle a quien quiera, yo prefiero creerle a mi padre. En realidad “Pío Pro” era hijo de alemanes y por ello el cabello de sus hijas era tan rubio y hermoso, aún no sé su verdadero apellido, pero quizá “Pío”, venga el nombre de algún Papa y Pro (que significa “por” en latín) significaría “el padre que ora por el hijo” o sea que “Pío Pro” era nada más que un buen cristiano que pasó por Curuzú. Y así es que aparecen y crecen las “leyendas”.

Alberto Raso – Tinta Nachi –

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