miércoles, 4 de noviembre de 2009

Yo tengo un amigo que es mejor que Maradona

Aunque todos saben de quién se trata, mi debe es escribir en breve síntesis al que yo llamaré simplemente Gilgamesh (médico egipcio al que consideraban inmortal).
Gilgamesh, nació algún día en lo que eran en nuestra época, los arrabales de Curuzú, en rancho de adobe y paja y tuvo varios hermanos verdaderos y varios medios hermanos, una madre excepcional y un padre al que no sé si conoció.
Como todo fenómeno tuvo que trabajar de sol a sol en las más variadas actividades, pero por la tarde podía jugar al fútbol o al deporte que sea. Podía tener la pelota o las medias, o una naranja durante horas en el aire sin que toque el suelo. Excepcional jugador de truco (con naipes marcados o sin ellos) Gilgamesh jugaba básquet y en gran estilo, aparte de enseñarme, nos acompañó en todas las campañas del Club Curuzú, Monte Caseros, Saladas, Mercedes, Bella Vista, Paso de los Libres, etc.
Todas experiencias que culminaron con la gran fiesta del Club Curuzú primer campeón provincial del interior, mientras juega básquet, junto con Marcelino Blanco, nos despluma a todos con un juego que se llamaba la chinguina o el truco, Gilgamesh es amigo de todos y si fuera hoy tendría un contrato con un cuadro europeo importante. Pero quería demasiado a sus amigos, a su madre, a su pueblo, y seguramente no se “hallaría” en una gran ciudad.
Yo personalmente y Corcho y todos los demás nunca pudimos sacarle una pelota de sus pies, parecía que la tenía atada, creo que aún debe tener varias marcas en las piernas de tantas patadas que le dimos.
Gilgamesh es el hombre de confianza del escribano Guillermone, de Borderon, de mamá, y otros tantos. Yo soy su arquero preferido en papi fútbol, y en básquet soy el capitán del equipo del colegio que él dirige invariablemente durante los partidos Nacional y Comercio.
Gilgamesh es por varias temporadas protector, ayudante y seguidor de distintas personas, Corcho, Ciro, Avellanal, yo y otros tantos que ya ni me acuerdo.
De repente y sin saber por qué un día cualquiera desaparece de Curuzú y no pisa más la tierra que tanto amó, pero a Gilgamesh nadie olvidó y todos le seguimos el rastro y todos lo encontramos en Buenos Aires, tierra extraña en la que aún vive, Gilgamesh está lejos pero cerca cuando uno lo necesita, se dedica a criar y a malcriar niños ajenos entre ellos los míos, los de Roberto Almagro, los de Corcho y otros más. En tierra ajena trabaja de pintor, de obrero, y de otras cosas, nadie sabe donde vive con seguridad, pero siempre termina en una humilde pensión. Gilgamesh tiene miles de oportunidades pero no acepta ninguna, políticamente es un anarquista o socialista en el buen sentido de la palabra, Gilgamesh empieza a estudiar los primeros grados de noche, luego la secundaria, y luego abogacía (carrera que aún no terminó). Mientras tanto ayuda a su familia y les manda dinero periódicamente, lleva a su hermana a Buenos Aires y la hace estudiar, hoy guarda riguroso luto desde hace meses por la muerte de su madre, Gilgamesh tiene éxito con las mujeres a las que llama su compañera, es actualmente campeón de aikido o algo parecido y sigue estudiando y cuando cualquiera lo necesita puede recurrir a él, que en cinco minutos estará en su poderosa bicicleta golpeando el portón de tu casa.
Nunca supe la edad de Gilgamesh, todavía sus amigos están esperando su regreso a su terruño ¡y un día cualquiera volverá!. Se llama simplemente Tito Leiva, alias Saleti.

Con cariño, familia Raso Montes en pleno

Alberto Raso

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