miércoles, 4 de noviembre de 2009

Visitando a mi Doctor

Esta es la verdadera historia de lo que sucede cuando voy a visitar y consultar a mi médico personal, el querido doctor Liva.
Y aquí empiezo; por mi mujer que pregunta “¿cuándo a Liva vas a ver?”, “Pasado mañana” digo yo, tratando de escapar por la ventana.
“¿Seguro?”, vuelve a preguntar y yo vuelvo a tratar de escapar.
“¿Tenés turno?”. Ahora tengo ganas de escapar a Saturno y nunca regresar.
“¿A qué hora?”, me pregunta mi mujer. A las tres, digo haciéndome el otario y con ganas de esconderme en un armario esta vez.
Salgo de mi casa a las dos y media y al momento de salir mi mujer me dice: “Te olvidaste de la media”, vuelvo a entrar en mi casa y me pongo mi mejor media y el zapato más lustrado, que brilla por todos lados, del uno al otro costado.
Arranco el motor y rajo para el hospital porque son las tres menos diez y no quiero llegar tarde otra vez.
Llego hasta el sanatorio y me choco el molinete y me parece que es al cuete correr de esa manera, porque la vida puedo perder, para llegar al consultorio, y me parece que tengo razón, por eso es el mejor centro cardiológico de toda la región y como es lógico, tengo que llegar justo ahí.
Entro y pregunto al policía dónde queda la cola, “¿para qué?” me pregunta él, tengo turno para las tres, tiene que hacer la cola número diez, hago la cola, termino la cola y una señora me pregunta: “¿Turno para quién?”, para el doctor Liva digo yo y ya me estoy argelando, porque el tiempo está pasando y tengo que ir a trabajar y empiezo a bajar la cabeza y a pensar en mi trabajo y en que no puedo trabajar. De pronto la señora me dice: “Raso Alberto” y yo pienso en que por fin llegó mi turno, pero es para otra cosa. Es para avisar que mi querido doctor Liva se acaba de retirar, pero yo tenía turno para las tres, digo argelado y parezco tarado porque me pongo a gritar y no puedo soportar, porque tanto he esperado. De pronto veo a Liva pasar y empiezo a gritar “doctor Liva por favor espere usted un momento”. Le juro que lamento tener que molestar. El doctor Liva me dice: “Pase don Alberto que a usted yo lo voy a atender”, entro en el consultorio. Pero ya estuve en el purgatorio por lo que estuve esperando, claro que de vez en cuando. Un pucho me iba fumando afuera del sanatorio.
“¿Qué le anda pasando don Alberto?”, dijo Liva en el momento.
“Nada”, contesté yo, pero mucho lo lamento, porque tuve que mentir.
“¿Y entonces para qué vino?”, me preguntó mi doctor.
“Vengo para que me haga un chequeo”. Dije yo.
“¿Cómo anda su corazón?”, dijo Liva. “Bien”, contesté yo, pero no creo.
“Voy a hacerte un chequeo general”, dijo Liva y preparó un montón de cables, que en el pecho enchufó.
“¿Y esto para qué es?”, pregunté yo con razón. “Voy a hacerte un electrocardiograma”, contestó mi doctor y yo me acosté en la cama y tranquilo me quedé, y pensé que algo andaba mal, como suele suceder. Pero todo anduvo bien y sentí un gran placer cuando mi doctor me contó y eso me alegró y lo que siguió fue bastante placentero; sentáte en esta silla y salí de la camilla. Salí de la camilla y me senté en una silla y ahí me empezó a preguntar, y allí no me empezó a gustar y empezó a enumerar muchas cosas verdaderas.
“¿Cómo andás con el cigarrillo?”, yo le dije: “Doctor usted sabe bien que para mí no es sencillo, dejar el cigarrillo”.
“¿Qué pasa con el colesterol?”, me preguntó mi doctor, “con eso está todo bien” le contesté en el instante y con eso él tuvo bastante.
“¿No tenés stress?”, me dijo mi doctor preferido, yo contesté a mi doctor más preferido, “le juro que yo no entiendo como no me cree usted, yo me siento casi herido, si no puede creer lo que me está sucediendo”.
“Con esto terminamos” me dijo mi doctorcito, “pero perdí un turno para después porque no quiero que esta vez, te pase lo de la otra vez, que por causa del stress, tuviste una convulsión”. “Doctor tiene usted razón, pero la convulsión me vino no sólo por el stress, sino también porque me dieron un remedio para dejar el cigarrillo, que ya le dije que para mí no es sencillo dejar el cigarrillo y menos ahora, por la cuestión de la convulsión y por eso doctorcito le doy la razón pero llego a la siguiente conclusión”:
1) El cigarrillo mata – también mata el más chiquito, el mosquito.
2) El stress mata o te deja como una rata.
3) Mata el colesterol, si lo tenés bastante alto, o tenés que comer col.
4) Mata la fiebre porcina, tenés que comer pescado o gallina.
5) Mata la fiebre aviar, así que no podés comer carne porcina, ni gallina.
6) Sólo te queda el pescado de río o de mar, el de río casi no hay, sólo te queda el de mar.
7) El de mar también te mata, si te agarra la marea roja, entonces de qué se trata, ¿se trata de morir?, tarde o temprano me tendré que ir, y no quiero que sea de su mano. Entonces yo le pregunto, ya que me tengo que ir, ¿no sería más sencillo morir con un cigarrillo?......

Visitando a mi doctor – Alberto Mario Raso –

Nota del autor I:
Este cuento está basado en la última visita que hice a mi doctor preferido, el doctor Liva, que tanto me ayudó cuando estuve realmente mal y a todo el personal del Instituto Cardiológico que día a día están luchando contra viento y marea para salvar vidas, y a mi mujer que dejó el cigarrillo por mí hace ya casi 10 años y yo no tuve la entereza para poder dejar el “maldito cigarrillo” y todavía me aguanta y me cuida con amor.

Alberto Mario Raso y familia Raso Montes en pleno.

Nota del autor II:
Este cuento saldrá publicado en mi libro, por supuesto, con la debida autorización del doctor Liva, mi doctor de siempre.

Alberto Raso – Tinta Nachi –

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