miércoles, 4 de noviembre de 2009

Filosofando

Conversaciones conmigo en Curuzú

Llego a la casa de mi suegro.
“¿Cómo andás Tatín, te estás cuidando?”
“Seguro suegro, ¡por eso ando!”.
Aparece mi suegra de la cocina.
“¿Cómo andás Tatín? ¡Qué linda sorpresa!”
“¿Y usted como anda?
Estaba poniendo la mesa.
“¿Vienen por unos días?”, dice mi suegro querido.
“No sé cuántos días, venimos de parranda. Y estoy bastante apurando, ¡por eso vine como un tarado!”
Y me dirijo a la puerta, que seguro que no está abierta por razones de seguridad.
“Vengo por razones de amistad, porque es el cumpleaños de Arturo Sosa Borderes, y eso me da placeres”.
Salgo al fin de la puerta, que ahora ya está abierta y miro para el lado de la esquina de mi casa, que ya no es mi casa. Me encuentro antes de llegar, en la puerta de tribunales, con el Piri Ganancias parado, parece que no me reconoce, pero sí, él me conoce y casi mejor que nadie por el club de mis amores, que me trajo alegrías y a veces sin sabores.
“Chau Piri”, le dijo, estoy apurado, debo ir a lo de un amigo. Al fin al auto me subo para ir a lo del Papi, o quizá para otro lado, empiezo a recorrer mi pueblo y no puedo entender, que esté tan abandonado, debe ser porque es de día. Termino mi recorrida y voy para lo del Ciro, que es mi refugio preferido, mi refugio más querido al que voy cuando estoy herido. Llamo a la puerta y sale Susy con su hermosa risa que me saluda sin prisa y me invita a pasar y viene bajando Ciro de la escalera de madera y ya me quiere abrazar.
Pero yo no abrazo, le doy un beso como se debe dar a un hermano y también lo abrazo y luego le doy la mano.
“¿Vinistes para el cumpleaños de Arturo?”
“Seguro, y hoy hasta voy a cantar y a recitar un escrito que salió ¡bastante bien!”
“¿Vos vas a cantar Tatín?. Te estás quedando loco”.
Y yo contesto: “De poeta y de loco todos tenemos un poco”.
Y allí Susy sale al paso, mientras prepara la torta. “¿Con quién vas a....... cantar?”
“Con Roberto Romero”, le digo y ella me dice que para mi mal, Roberto tiene un recital, en el Cine Cervantes, que ya no es el antes, pero para mí sigue igual. Salgo desesperado y me voy para lo de Corcho, Corcho estaba durmiendo porque estaba muy cansado, yo no quiero escorchar, pero escorcho, porque no tengo con quien cantar y ya a nadie puedo apelar sino a Corcho que es un amigo verdadero y un amigo verdadero no me puede fallar y se jugará por entero para poderme ayudar. Me siento en la vereda y aparece Germán y empezamos a hablar pavadas y yo me empiezo a parar, de pronto aparece Chonga Borderes y me dice: “Corcho se está levantando, quedáte un rato esperando o si no podés pasar”. De pronto aparece Corcho dispuesto para ayudar y yo agradezco a Dios, que se pudo levantar. Nos pusimos a ensayar la canción que he preparado. Yo me puse al costado, empezamos la canción que se llama “El Carayá” y de pronto se para Corcho y me dice que no me puede ayudar.
“¿Por qué?” , le pregunté.
Y contestó: “Porque esa canción es robada”.
“¿Cómo?”, yo pregunté y le dije: “Te juro que yo la hice y la hice con amor sincero”.
Corcho me dijo: “El único que te puede salvar es Roberto Romero, Roberto tiene un recital pero después va a lo de Arturo”.
Al fin respiré aliviado porque Roberto es un genio y con un poco de ingenio nos podemos arreglar. Llegué a casa de Sarita a las ocho y media y me puse mis mejores pilchas, empecé por la media y terminé por el saco, mientras tanto mi mujer hablaba con placer con toda su familia, y yo que la quiero tanto, peleaba con mis zapatos que me apretaban por todos lados y me harían pasar un mal rato. Después de un largo rato, de pelear con mis zapatos, al fin me acomodé y me puse el mejor perfume que a mi suegro le robé. Me encajé por todos lados el perfume, que a mi suegro le robé.
Salimos para lo de Arturo y mi mujer me preguntó: “¿Estás seguro de lo que vas a hacer?”
“Sí, estoy seguro”, le contesté a mi mujer que es un poco desconfiada y yo como si nada, le repliqué a mi mujer, “quedáte tranquila”, le dije “que no voy a hacer pavadas”.
Entramos a lo de Arturo y empezamos a saludar a toda la Borderada y me encontré con algunos que no conocía para nada Poco a poco me los iban presentando pero yo no pensaba en nada, simplemente iba pensando la letra de mis canciones, ya que en varias ocasiones me las había olvidado.
Cuando Arturo cortó la torta de los sesenta, Roberto ya había llegado, yo estaba sentado al lado de mi mujer, que me estaba dando patadas para que no dijera pavadas.
“Tranquila Sari” le dije. “Dejáte de joder porque no pasa nada. Te dije que ya ensayé y todo va a salir bien, sólo me falta que vos también desconfíes de mi payada y creas que otra vez voy a decir payasadas”.
Yo me quedé taciturno pensando que nadie confiaba en mí, y parece que fue así, pero cuando me llegó el turno quedaron hablando pavadas y allí yo les demostré que también sabía cantar, y empezaron a aplaudir, lo que en mí “no confiaban......”

Alberto Raso – Tinta China –

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