miércoles, 10 de marzo de 2010

El Jaguar perdido

Todos sabemos en Curuzú Cuatiá donde está el único “Jaguar” que según la revista del ACA no figuraba anotado en el año 1980, a pesar de que se sabía que se había vendido en una concesionaria de Buenos Aires.
El club del automóvil clásico de Buenos Aires y Montevideo buscó por todos lados y nunca se encontró, pero no dejaron de hacer esfuerzos para localizarlo y se conectaron con todas las agencias del interior de la Argentina y de los países limítrofes. El “Jaguar” no estaba, pese a todos los intentos y luego de varios años se dieron por vencidos.
La trayectoria del gran auto inglés no siempre fue conocida por mí, recién en el año 1989 supe que estaba en Curuzú, viajé hacia allí con un anticuario de Buenos Aires y pregunté a Ciro Acquarone dónde estaba el auto y no sólo me indicó donde estaba, sino que me llevó hasta un taller mecánico propiedad de Efraín Recalde (Tolilo). El auto estaba en un estado de abandono total; sobre su hermosa pintura verde oliva se habían depositado grandes capas de tierra, herido por la nostalgia me acerqué y pasé mi mano sobre el techo y los vidrios y nuevamente apareció el verde oliva lustroso y bajo los cristales se vio el cuero blanco de su interior, el Jaguar resucitó por unos instantes y fuimos a la casa de su propietario y hablamos más de una hora, pero no lo pudimos convencer, él también adoraba ese auto.
El arquitecto Fernando y yo volvimos a Corrientes con el corazón roto, él por no haber conseguido un auto más para su colección y yo por ver el auto del amigo en esas condiciones.
Pasaron unos meses más y volví a Curuzú, nuevamente el prodigio inglés había desaparecido, era un auto fantasma que como el “Holandés errante” aparecía cuando él quería y no cuando yo quería.
El 11 de diciembre del año 2009 volví a Curuzú para presentar mi primer libro y tuve oportunidad de conversar largamente con Ciro Acquarone, me explicó todo lo que había pasado con el Jaguar y me contó donde estaba y su estado. El auto actualmente está en otro taller mecánico, a la intemperie y custodiado por dos Mazda 929, no tuve tiempo de verlo pero Ciro me prometió que me mandaría unas fotos y que cuando volviera iríamos a verlo juntos. Yo voy a regresar a Curuzú en unos meses para presentar mi nuevo libro, no sé si esta vez iré a verlo, tengo miedo de que otra vez se me escape el Jaguar errante.
Alberto Raso – Tatín –
Nota del autor:
Ese Jaguar alguna vez salvó varias vidas y todo Curuzú lo sabe y llegó a ese estado por esa situación, su motor se fundió por un error del hombre que lo conducía, que no era su propietario, sino un amigo de toda su familia, el Jaguar no tuvo la culpa de ello y sé que en Curuzú hay galpones suficientes como para sacarlo de la intemperie. Yo tengo la secreta esperanza de que alguna alma piadosa no sólo lo cubra, sino que nuevamente lo ponga en marcha y le dé el brillo que el “prodigio inglés” se merece.
Alberto Raso

0 comentarios:

Publicar un comentario

Haz tu comentario