lunes, 1 de marzo de 2010

El hombre despistado

L o más probable es que al que escribo, a pesar de ser
U no más de mis hijos, nunca se entere que esto es para él y
C omo no se dará cuenta, tendré que explicarle yo, cuando termine.
I magino su sorpresa y ya me pongo a reír, porque si
A lguien es despistado, seguro él es más y
N o puedo aguantar la risa porque cualquier
O tro lo haría, pero él seguro que no.
C on la computadora en la mano, es un genio y no veo la
H ora de contarle quién es, pero tengo que
A guantar, y callarme y morderme la boca
P ara no poder decir de quien se trata y
R uego a Dios que no le den pistas, porque yo
E mpezaré ahora a hacerlo
S i puedo, pero todo me indica que
T ampoco entenderá y como no puedo hacerlo es mejor
O lvidar.
S oy testarudo y seguiré
I ntentando y
E mpiezo con el fútbol del cual él está hablando
M ientras yo escribo y
P ienso nuevamente y como dijo Martín Fierro
R uego a los santos del cielo, que refresquen mi memoria y ayuden mi
E ntendimiento”, pero los santos no me ayudan y sólo dicen que es
A migo de verdad, ahora sí puedo inspirarme: quiso ser
M ago y no fue, quiso ser malabarista y tampoco.
I magino que ya lo adivinaron pero si no es así le digo (como los porteños) es un
G omía” de verdad y sobre todo
O tro más de mis hijos y entenados.

Se llama “Luciano Chapresto”.

Dedicada a Luciano, mi hijo número no sé, porque tengo tantos que ya ni me acuerdo, sólo sé que es un amigo para siempre.

Alberto Raso – Tatín –

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