miércoles, 10 de marzo de 2010

El caso Aspiazú, un asesinato alevoso

En 1951 o 1952 nacen en Curuzú Cuatiá dos mellizos, hijos de un conocido farmacéutico de nuestro pueblo, son los mellizos Aspiazú, una niña llamada XX y un niño llamado José Luis, primos hermanos de Lucio Aspiazú, actual Diputado Nacional. No hubo nadie en Curuzú que no los quisiera, José Luis fue creciendo con una niñez hermosa y su hermana también, se los veía felices y a la vez tímidos, su hermana era una bella niña y dueña de una sonrisa singular. José Luis se destacó en varios deportes, sobre todo en paleta y tenis, ambos terminaron sus estudios y se marcharon a estudiar a Santa Fe de la Vera Cruz, José Luis estudió Química y se recibió de Ingeniero Químico, se trasladó a Corrientes, donde encontró su destino final de una manera despiadada el día 13 de agosto de 1976.
El cadáver fue hallado en la calle Tacuarí al 2400, acribillado con más de diez tiros en la espalda. La policía de Corrientes intervino pensando que era un delito común y los servicios secretos del Estado se hicieron cargo a las pocas horas. La orden de callar fue terminante y nunca más se habló del caso. Los asesinos se pasaban la “pelotita entre todos”, los servicios de inteligencia dijeron que lo mataron sus propios compañeros del FAP, cosa realmente improbable porque José Luis en “teoría” militaba en el FAP, cosa de la cual dudo ya que la personalidad de José Luis me indica que no era partidario de nada, sólo era un chico asustado que se había ido de Santa Fe por miedo a la persecución a la cual estaban sometidos todas las personas inteligentes de la época a los que fueron eliminando uno a uno. Yo personalmente tuve acceso a mi prontuario y el suboficial López (hoy gran amigo mío) me lo leyó y dice textualmente: “Alberto Mario Raso, estudiante crónico de abogacía = ODP (Orden Disposición Final)
Como dije Luis es curuzucuateño voy a remover cielo y tierra para obtener los documentos de los servicios secretos del ejército, capitaneados en Corrientes por el capitán Hornos con base en Resistencia y el general Cristino Nicolaides en Corrientes, jefe directo de la mafia asesina. Con la autoridad directamente venida del ministro Harguindeguy y con la colaboración de los jueces corruptos que miran para otro lado en vez de mirar al frente como debe mirar al frente, porque para eso el pueblo les paga los tremendos sueldos que cobran.
Siguiendo los pasos de los mecanismos de inteligencia, sigo dudando pero cada vez estoy más cerca de la verdad, ya que la base logística del comando de ejecuciones que actúa en Corrientes tiene su base en Resistencia y los asesinatos que se realizan en Corrientes los realizan los grupos de tareas de Resistencia y los que se realizan en Chaco y Formosa lo realizan los de Corrientes. Al igual que ERP – FAR – FAP y Montoneros actúan en forma de células con lo cual consiguen el resultado esperado, es decir, cada una de las células no conoce a la otra y se hace imposible que se delaten entre ellos, sin embargo el gobierno central conoce a todos los integrantes de sus grupos de tareas.
El grupo de tareas de Resistencia tiene varios integrantes del Chaco y de Formosa, la facultad de Corrientes está manejada por un rector de Resistencia y un decano de cada facultad en Corrientes, pero el manejo real proviene del Chaco y el rector depende de los intereses de la Triple A, organizada por el “brujo” López Rega.
Siguiendo los pasos de José Luis llego a la siguiente conclusión: Los asesinos son un grupo paramilitar formado por militares, alcahuetes y gente de la peor calaña de la ciudad de Resistencia entre ellos un militar frustrado que trabaja con estos grupos y al que le da la triste tarea de dar el tiro de gracia a José Luis. Se debe aclarar que los servicios secretos obligan a militares y civiles a disparar con el objeto de que nadie pueda decir “yo no estuve”. En el caso de José Luis los asesinos son de Resistencia y el encargado de dar el tiro de gracia es Pío Ruiz Villasusso, hijo de un acaudalado terrateniente, con ínfulas de militar, quien halló la muerte unos años después en manos de un sargento de policía que respondió a las ofensas propinadas por el propio Villasusso y sufrió una agonía terrible en el hospital Perrando de Resistencia y en medio de sus delirios acusó a sus propios compañeros, en especial a uno del que había sido gran amigo; pero esa es otra historia que quizá después cuente, José Luis está en el cielo que merece y Pío Ruiz Villasusso en el infierno que merece, porque el que “a hierro mata, a hierro muere”.

Alberto Raso – Tatín –

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