jueves, 22 de octubre de 2009

Relatos de un sobreviviente

Cualquiera tiempo pasado fue mejor (Manrique, Coplas a la muerte de mi padre)

Primero que nada y a manera de un segundo prólogo, quiero expresar el por qué de este título tan ostentoso y raro "Relatos de un sobreviviente", este libro se llama así porque considero que los héroes que aquí están condensados tuvieron la desgracia, o la suerte de haber sobrevivido a un montón de acontecimientos que ocurrieron en la segunda mitad de este siglo tan convulsionado. Mi generación ha sobrevivido a un montón de eventos y personajes que han hecho que nuestra existencia sea rara y distinta, pero que gracias a todos ellos fue indudablemente lo mejor que nos podría ocurrir y por ello es que pienso "Cualquiera tiempo pasado fue mejor".
Este pequeño libro trata de personajes y circunstancias que en realidad no sé si realmente han existido o no pero seguro que los de mi generación pueden jurar que lo que voy a contar es real y nos ofendería que alguien piense lo contrario. Por razones de comodidad y por sobre todas las cosas por razones de vergüenza propias o ajenas voy a tratar de omitir dar nombres cuando la situación sea comprometida, pero estoy seguro de que los protagonistas (a quienes va dirigido este libro) sabrán de quien se trata y podrán sentirse orgullosos o vergonzosos con el relato, pero de todas maneras sé que en el fondo de su corazón sentirán un dejo de congoja o alegría cuando sepan que esto es para ellos.
Estos cuentos están destinados a mis amigos y conocidos, a todos aquellos que de una u otra forma han hecho que mi vida sea lo que hoy es, un montón de gratos recuerdos, que trataré de recrear en estas humildes páginas.
Las historias y aventuras que voy a contar sucedieron en una ciudad (que prefiero llamar pueblo) cuyo nombre es Curuzú Cuatiá y cuya historia es por demás rara ya que aún después de doscientos años aún se discute qué quiere decir, algunos dicen que significa "cruz de papel" (en sentido etimológico) y otros más realistas, "cruces de papeles" (en sentido histórico), y además hay otra teoría que es la que yo sostengo que se llama Teoría Jesuita y que significaría "mojón tallado en piedra con una cruz" (la cruz era el símbolo de los jesuitas). También se dice que la fundó Belgrano en 1810, pero la realidad es que ya existía y fue fundada muchos años antes por el Marqués de Avilés. De cualquier manera todo esto tiene una importancia muy relativa con respecto a la intención de este libro que trata de ser una recreación de cuentos y anécdotas que han ocurrido entre los años 60 al 70 aproximadamente y que en realidad como dije anteriormente no sé si realmente ocurrieron, pero creo que sí.
Todo lo que voy a narrar puede haber sucedido antes o después de lo que pienso, pero creo que hoy no es tan importante saber los parámetros del tiempo, lo realmente importante es la intensidad de los recuerdos y lo que ella produce en nuestros corazones. Este libro está dedicado a mi familia y a todos aquellos que recuerden con nostalgia esa frase "Cualquiera tiempo pasado fue mejor".
Capítulo I: Empezamos la secundaria
Después de haber estoicamente los gritos y coscorrones de Dora Cabezas en la escuela Belgrano y los coscorrones del padre Norry en el salesiano y no sé que más en el Carmelitas, finalmente me encontré con mi vieja que trataba de buscarme un futuro en una escuela secundaria y me aconsejaba seriamente adonde tenía que ir. El colegio industrial es que te abre una oportunidad de trabajo en la vida, decía, tampoco es mala la escuela de comercio, ya que de ahí salís con un título, decía. Yo por supuesto escuchaba atentamente los consejos y también, por supuesto elegí el único que te ofrecía la oportunidad de ser lo que soy ahora, es decir, nada. Pero lo cierto es que no estoy arrepentido de mi decisión ya que el colegio que elegí que es colegio Nacional me dio la oportunidad de conocer amigos y profesores que hoy son una de las razones por las cuales creo que la vida que viví es de las mejores y si tuviera que volver a elegir haría lo mismo que hice ayer.
El primer cambio fue en el uniforme, que era de un color gris (tipo ojo de perdiz) tan feo que te daba lástima, la tela era de esas tan ordinarias que aún no sé que era, lo cierto que en verano te c...... de calor y en invierno te c...... de frío y sólo se conseguían en la tienda de viuda de Guahnon e Hijos, lo que me hace pensar ahora en si no había un pacto secreto entre el rector e Isaac Guahnon o el hermano. Después de sacarnos la foto de reglamento en lo de Pablo emprendimos la tarea de aparecer por el colegio donde nos esperaba la grata sonrisa de Sánchez Ávalos y Blanckcaseaux para darnos la bienvenida. En el primer recreo nos armamos de valor y algunos fuimos al baño donde nos esperaban los de quinto año para pegarnos una hermosa coqueada como bienvenida. Luego de los cocos y entre lágrimas y sonrisas, empezamos a conocernos, los que entrábamos al primer año y también los que repetían y que ya tenían experiencia en estas lides. Entre los nuevos estábamos "Papi" Hanson, "Tim" Robaina, "Corcho" Borderes, el "Loco" Barrientos, el "Tucumano" Sosías, la "Gorda" Tinasio, Omar Sifón, "Oreja" Benítez, el "Recio" González, Miguel Cartolano, el "Gordo" Pintos, "Cacho" Basualdo, Carlos Jacobo, Centurión, y entre los de con "más experiencia" figuraban Gloria Silguero, Jorge Avellanal, el "Gordo" Aspiazú, "Ciro" Acuarone y seguramente algún otro que ahora no recuerdo.

Capítulo II
El colegio Nacional era una mezcla rara de colegio, escuela y universidad a la vez. A la tarde se transformaba en "Escuela de Comercio anexa", lo que hacía que ya de por sí los que concurrían a las clases de la tarde no tenían la categoría de colegio, que sí teníamos nosotros. Como decía el viejo estribillo "colegio Nacional, colegio de varones no se admiten maricones" (salvo raras excepciones). Nuestro colegio estaba pensado y diseñado como un hotel de segunda o tercera categoría y contaba con dos baños, (mujeres y varones) una sala de música, un laboratorio, una sala de actividades prácticas y un extraño habitáculo de 2X1 que se habilitaba a las 9: 35 para que en el "recreo largo" de las 9:45 se pudieran vender los famosos bollos que eran tan ricos como misteriosos en su factura. Además contaba con una sala de profesores y con una dirección que normalmente estaba habitado por personajes muy especiales que irán conociendo a través de los diferentes capítulos de este libro.

Capítulo III: "De profesores y algo más"
Nuestro colegio estaba conformado por un grupo de directivos, profesores, porteros, asistentes y celadores que nada tenían que ver con los cargos que ostentaban pero que formaban un grupo homogéneo que funcionaba como un reloj a la hora de las grandes decisiones. Es decir, era tipo la ley del gallinero, pero con características propias, donde a veces por una u otra razón el de abajo era más importante que el de arriba. Es posible que el lector no entienda esto por ahora pero les aseguro que después lo irán entendiendo, es una cuestión de razonamiento y paciencia.

Capítulo IV: Aparecen nuevos personajes en escena
Junto con los pantalones largos aparecieron en nuestra vida una serie de personajes que hicieron que nuestra existencia no sea más aburrida y pueblerina. De pronto un día cualquiera aparece alguien con más ideas que nosotros, se trataba de Juan Carlos Rafo, repitente varias veces, pero con una capacidad de convencimiento total sobre el común de la gente, es decir, nosotros. "Pola" reunió un grupo de principiantes y nos propuso la idea de hacer una película, para ello realizó una especie de "casting" entre los que vivíamos en una zona cercana al centro. Los "actores" teníamos que pagar de acuerdo a la "semanalidad" que teníamos y de acuerdo a ello también era el papel que nos darían en la mentada película. La misma era un western, o como decíamos entonces una de "cowboys", el popular Pola era el director, Ciro (que era el dueño de la casa) sería uno de los "mocitos" junto con algunos que podían aportar algo interesante, los restantes, cuyas "semanalidades" no eran tan generosas teníamos que hacer de indios o de malos. La aventura de ser artistas duró más de dos meses, las máquinas de filmación estaban (según Pola) en Paso de los Libres en poder de su tío, un honorable doctor de apellido Balbastro que jamás tuvo una filmadora.
Luego de dos meses de entrenamiento tipo "Legión extranjera" empezamos a desconfiar de nuestro director y llegamos a la conclusión de que todo fue un gran verso. Ese año el Pola se pasó unas vacaciones de novela (quizá en Paso de los Libres) y nosotros quedamos con un gran resentimiento. Quizá de esa experiencia tan traumática como cómica, salió mi afición al cine que pude transmitir a mis hijos y hoy tengo el orgullo de tener un hijo director de cine y realizador cinematográfico, pero de los de "en serio".
Gracias Pola

Capítulo V: Mi gran amigo Roberto Almagro aparece en escena
Un día aparece por Curuzú un nuevo gerente de Banco Nación, don Roberto Almagro, un rosarino de aquellos que se la saben todas y un poco más. Don Roberto tría en su bagaje a su esposa, una rubia muy atractiva que había sido actriz de cine, una hija que tendría quince años en esa época, otra hija que estaba a punto de casarse y un enano rubio y loco que fue mi gran amigo y mi mejor enemigo. La hermana de Roberto se llamaba Susana y en sus ratos libres nos enseñaba a bailar, creo que con ella aprendimos todos, menos yo que aún sigo insistiendo y que tengo muchos pisotones en mi haber. Roberto era un fenómeno para todos los deportes pese a su corta estatura, creo que con Él hemos hecho alrededor de cuarenta peleas oficiales de las cuales veinte ganó Él y veinte perdí yo a pesar de ser un buen peleador. Lo cierto es que cuando nos cansamos de pelear entre nosotros nos dedicamos a pelear con otros y de allí en más fuimos prácticamente imbatibles. La última pelea que recuerdo peleamos contra seis o siete y ganamos por disparada y además fuimos presos, pero con la satisfacción del deber cumplido. Tengo miles de anécdotas que contar con Roberto pero no quiero contarlas juntas porque me pone muy triste y como decía el general "todo a su tiempo y armoniosamente".

Capítulo VI. Pequeñas hazañas deportivas colegiales: "La noche de la copa"
Nuestro equipo de básquet del colegio Nacional era de lo mejor, pero teníamos el gran inconveniente de que éramos pocos, apenas seis o siete cuando todos teníamos permiso para jugar. Un día llegó una invitación de Mercedes para participar en un campeonato intercolegial y por supuesto, luego de pedirle autorización correspondiente al señor rector fuimos allá con todo el empuje que nos daba la convicción de que éramos prácticamente imbatibles. Recuerdo que estábamos en el equipo no más de cinco o seis jugadores. Los dos partidos primeros los ganamos muy fácilmente (Mercedes y Caseros) y por goleada, pero la final nos tocó con el equipo de Goya en cuyas filas estaban entre otros los hermanos Lacava, Meza y varios monstruos más entre los que figuraban Mario y Rubén Benítez (que creo que nunca fueron a la escuela) nosotros también teníamos dos armas secretas, uno era "Matungo" Ledesma que no sabía hablar ni guaraní. El primer tiempo lo llevamos bastante bien y la cosa fue pareja, pero en el segundo la "cosa" se puso brava y para colmo el referí era un mercedeño engominado de apellido Simón que era bastante parcial y lo que es peor es que lo era para ellos. A los cinco minutos nos quedamos sin fuerzas y con cuatro jugadores, pero teníamos un as bajo la manga. Le pusimos la camiseta a nuestra mascota que era Carlitos Richini que tendría doce años y la cosa fue pareja hasta el final pero nos agotamos y perdimos por muerte, pero eso no fue lo gracioso sino el baile posterior. Inmediatamente después del evento deportivo (luego del baño reglamentario) fuimos al baile en honor a las delegaciones concurrentes en donde se entregaban los trofeos. No sé que pasó pero nuestro tren salía para Curuzú a las dos de la mañana aproximadamente y por rara casualidad estábamos todos bastante antes en la estación y con un bulto sospechoso. El lunes llegamos todos puntualmente al colegio Nacional y el señor rector nos preguntó "¿Y muchachos, como les fue en Mercedes?", a los que Jorge Avellanal con su mejor cara de boludo contestó: "Profesor, no solo nos fue bien, ¡robamos la copa!", a lo que el rector, con su mejor sonrisa expresó: "Este es un triunfo del espíritu deportivo de este noble establecimiento..." y no sé que boludeces más.
Alrededor de las once de la mañana nos llamaron a los integrantes del equipo a la rectoría y nos leyeron a viva voz un escueto telegrama proveniente de Mercedes que rezaba "Devuelvan copa robada, de lo contrario iniciaremos acciones judiciales".

Capítulo VII: La rata en Curuzú
La "rata" o la "rabona" es una costumbre que nunca tendría que perderse y por varias razones que pasaré a explicar:
1) Porque es sano faltar al colegio de vez en cuando ya que así nos vamos haciendo más responsables para mitad de año cuando sabemos que ya nos quedan pocas faltas y que no podemos ni siquiera llegar tarde.
2) La rata es un excelente ejercicio, ya que nosotros éramos tan bobos que nos hacíamos la rata caminando hasta el paso de las niñas, la chacrita de los curas o el puente del cuatro, lo que hacía que invariablemente llegáramos al lugar y tuviéramos que volver para estar en nuestra casa a la hora de comer.
3) Agudiza la imaginación porque cuando era fácil, lo hacíamos en el parque Mitre y teníamos que disfrazarnos de árbol o mimetizar con el terreno (tipo camaleón) para que Juan Blanckcaseaux no nos encuentre y nos haga hacer un papelón.
4) Hace que uno fume menos porque por el temor de ser descubierto no queríamos que salga humo de ningún lado.
5) Finalmente, hace que uno admire la inteligencia y la perspicacia de nuestros padres, porque no recuerdo una vez que no me hayan descubierto.
6) Consejo de un viejo ratero: "Antes de hacerte la rata, pensálo dos veces, es menos sacrificado estar en el colegio que escondido cinco horas".

Capítulo VIII: "Cosas veredes Sancho, que non crederes"
Curuzú, era uno de esos pueblos donde aparecían los más extraños personajes y ocurrían las más insólitas situaciones. Entre las cosas que puedo afirmar es que allí, en una casa que tenía dos palmeras altas y que era propiedad de los Antillano, vivía el terrible lobizón o que a eso de las seis de la tarde y en la misma calle aparecía en su caballo negro y envuelto en su capa gris el legendario "Pío Pro" y que en la plaza Alvear habían sido violadas dos enfermeras por el "hombre gato", cuyas uñas eran de acero. En fin el anecdotario de Curuzú era tan amplio que se podrían escribir varios libros pero lo cierto es que nosotros hemos conocido a varios personajes que merecerían ser estudiados porque tenían características especiales que los hacía ser únicos. Entre estos apareció un día uno que se llamaba "Yogascán" y que caminaba sobre vidrios, se atravesaba una aguja de tejer en el cuello y tiraba autos atados por esa propia aguja, además podía aumentar o disminuir a voluntad los latidos del corazón (esto corroborado por el pelado Bayona). Su última actuación en Curuzú fue enterrarse en un ataúd a un metro de profundidad y permanecer allí durante tres días, la primera hora nos mantuvimos firmes esperando a que salga a los gritos, los más pacientes se aguantaron tres horas más y se fueron a dormir y no sé si alguno estuvo al tercer día y yo aún me pregunto si no estará enterrado en lo de "Patuca" García que fue donde ocurrió el hecho porque en realidad nunca más escuché del famoso "Yogascán".
Otro día, y bastante más acá en el tiempo, apareció otro personaje cuyo nombre era Robert Belmondo y que se decía que era primo hermano de Jean Paul Belmondo, su profesión era lo que se dice ahora un "doble de riesgo", es decir que son los que hacen las escenas arriesgadas que los actores no hacen por temor a arruinarse el cutis, el c....., o lo que sea. Lo cierto es que el parecido con el famoso era realmente impresionante y hacía cosas notables con su cuerpo, como saltar sobre los autos, prenderse fuego, etc. Un día decidió hacer la prueba máxima de su carrera y saltar sobre un auto lanzado en velocidad, lamentablemente el partenaire para este acto era Carlitos Larralde, que era mucho más loco que Él y tenía una camioneta Ford que andaba muy fuerte. Nunca supe que pasó en la ruta pero a los tres días apareció bastante maltrecho el inefable Belmondo y realizó en el club Curuzú su última hazaña, batir el récord guiness de poner disco, estuvo 72 horas con la música a todo volumen, nosotros bailamos hasta las seis de la mañana y todos se fueron a dormir y supongo que Belmondo también.

Capítulo IX: Los Teen Lads en escena
Los "teen lads" era una agrupación musical que nació como herencia de una comparsa que se organizó en el club Social bajo la dirección de Mey Andino de Rafo y que se llamaban "Los vaqueros del jazz" y cuya presentación era la siguiente:
"Ya llega la comparsa, Los vaqueros del jazz
para alegrar las fiestas en este carnaval
que baile el presidente, que baile el director
que baile todo el mundo en este carnaval."

Y eso se repetía durante tantas veces que hasta hoy lo recuerdo. Después de cinco minutos, nos echaban a patadas en medio de aplausos y lágrimas.
De esa comparsa nació el suceso de esos años, The teen lads, (que me gustaría saber hoy que corno significa). Lo cierto es que esta agrupación estaba formaba en principio por "Corcho" Borderes en voz y guitarra eléctrica, Raymundo Centurión alias "solsona" en piano, el "Negro" Martínez en batería, el "petiso" Amarilla en guitarra y el "Flaco" Cravero" en voz y guitarra.
Antes de empezar las actuaciones practicaron durante mucho tiempo e incluso se hizo una especie de casting para buscar nuevos talentos. Un día me invitaron a participar y como yo no sabía tocar ni el timbre, ni la campana siquiera me puse a practicar enfáticamente cantos. Recuerdo que ensayé distintas canciones de las que estaban de moda en el momento y ese esfuerzo sumado a mi gran amistad con "Corcho" y el "Flaco" Cravero fuera todo un éxito para mí. La canción elegida para la prueba fue "Pecosita" y fue tal el éxito que me echaron a patadas pero me dieron aliento para la próxima vez. Aún ahora cuando una raspadita en las estaciones de servicio y sale inexorablemente la frase "Seguí participando" me acuerdo del tema con la resignación del caso. Pero allí no termina para mí los Teen lads porque fueron durante años mis ídolos. Cantaban canciones en un dudoso inglés y eran dueños de un estilo tan particular que tuvieron éxito en varios pueblos de los alrededores y estoy seguro que si no hubiese sido por la orquesta de los estudiantes también los hubiesen tenido en nuestro pueblo. De cualquier manera hoy en día todos ellos son grandes músicos y me gustaría que alguna vez se reúnan nuevamente.

Capítulo X: Noche entre bambalinas
Nuestro grupo era tan osado que ninguna empresa nos quedaba chica y un dia hicimos un pacto con las chicas del colegio Mama Margarita y decidimos traer a Curuzu a lo maximo del Folclore Nacional,se trataba del conjunto "Los Chalchaleros"que juntamente con "Los Fronterizos" eran lo mejor del pais.Luego de largos negociaciones aceptaron nuestra propuesta y decidieron venir un mes despues.Para tal evento tuvimos que acondicionar el salon de actos del "Mama Margarita" y por ello teniamos que ir durante varios dias a poner en condiciones el local.En todo ese tiempo las chicas del colegio se acercaban timidamente y nos decian frases sumamente provocativas,como por ejemplo :hola , como te va?, como te llamas?. "Yo me llamo tal y ella es cual ".Todo bajo la mirada hostil de la Hermana Superiora y otra bigotuda que no recuerdo el nombre en fin, en medio de todo ese cruce de miradas y algunos chismes que nos traia Odila Martinez (hermana del gordo) decidimos tomar decisiones importantes y hacer lo que correspondia a un caballero de la epoca,es decir actuar con valentia.La noche del debut de "Los Chalchas" fue un exito notable y luego de los aplausos nos escondimos detras de las cortinas a esperar que se vallen los ultimos expectadores y que vengan las pupilas prometidas.La noche fue larga y febril,las pupilas nunca vinieron y los cinco romeos esperamos inutilmente durante varias horas en absoluto silencio,hasta que por fin decidimos retirarnos en medio de una fustracion total.El unico problema era que el colegio se cerraba de tal manera que era imposible salir y por ello tubimos que esperar hasta las siete y mesclarnos con las chicas que estaban entrando y que seguramente no entendian nada; y nosotros tampoco.

Capitulo XI : NOCHES DE BOXING
Curuzu era un pueblo sumamente bello y previcible,teniamos la ventaja de saber de memoria el programa de la semana,de lunes a viernes estudiar,hacer ejercicios recreativos,a veces alguna rata para conbatir la monotonia y los viernes y sabados a la noche eran dias especiales, porque en esas noches a veces habia box.-
Las noches de box eran realmente extraordinarias,eran noches de emocion y de sorpresas,porque aveces anunciaban algunas peleas que por algunas razones no se podian realizar (no llegaba el colectivo, el tren se rompio en concordia o el pugil estaba" muy mamado").Lo cierto es que habia que ir para sacarse las dudas.-
Casi todos eramos aficionados al box y cada uno tenia su propio idolo, Ciro era fanatico de Omar Taibo, yo de Osmar Maderna,Roberto de Trotta,pero todos coincidiamos en uno que era muy especial,porque era un fenomeno y ademas era primo de Jorge y por si eso fuera poco !era del centro¡. se trataba de Ramiro Avellanal, el legendario " Kid Centella"quien era dueño de un estilo muy fino y de un golpe exacto, que por lo general hacia estragos en sus contrincantes.
Una noche aparecio por Curuzu un nuevo personaje que se hizo inolvidable entre nosotros,se trataba de Horacio Pibernat,que como dice la cancion era una mezcla rara de " penultimo linyera y primer astronauta de un viaje a venus".Para darle la bienvenida lo invitamos al box porque peleaba Omar Taibo defendiendo el titulo de campeon correntino frente a un petiso goyano.La pelea duro dos o tres rounds,la "fiera Taibo" gano por nocaut y como corolario nos fuimos a comer un rico asado al " Carancho",el mozo que nos atendio era Omar Taibo y Horacio sorprendido nos dijo :¿ pero este no es el campeon correntino de box? a lo que Ciro y yo contestamois al unisono en una extraordinaria conexion de ideas: Si,! asi nomas son las cosas en Curuzu¡.-
Capitulo XII: DIA DEL ESTUDIANTE EN MI PUEBLO.
Los dias del Estudiante en mi pueblo eran extraordinarios porque normalmente duraban mas de una semana,primero por los preparativos y despues porque habia que reponerse.Recuerdo dos en particular que aun me estrujan el alma.Habia dos lugares donde podiamos ir en esa fecha: la estancia de Cheristeguy a orillas del Miriñay y la Estancia del padre de Papi Hanson camino a Sauce.En unas de esas excursiones decidimos invitar a las chicas del colegio Carmelitas, las que aceptaron gustosas nuestra invitacion pero pusieron ciertas condiciones que a pesar de nuestra oposicion tuvimos que aceptarlas porque de lo contrario no iban ( ¿sera cierto? ).La cuestion era que teniamos que ir a misa y confesarnos antes de partir,lo cual me parece un absurdo porque de acuerdo a nuestras pretenciones,lo logico seria que ! nos confesemos despues¡ .-
La noche anterior eranoche de serenata,asi que la mayoria estaba sin dormir,el viaje era en camion y por consiguiente duraba aproximadamente dos horas,mas el tiempo que nos llevo encontrar a Cartolano y al "Tucumano" Socias que estaban tirados en una zanja camino al barrio suboficiales descansando placidamente por no decir ( en pedo).
Despues de aproximadamente dos horas llegamos al lugar que esperabamos sea el paraiso terrenal y ante la gran desilucion de las chicas,casi todos nos dormimos rapidamente.A las cuatro de la tarde emprendimos el regreso y las miradas de odio de las chicas nos hicieron sentir que eramos todos maricones.
Amen
Capitulo XIII: EL BAR COLON.
Para todos los de mi época, el “Bar Colón” fue un lugar muy especial, en donde nacieron grandes amores y grandes odios; aún hoy, cuando viajo a Curuzú y me invitan a ir al Kakosi no entiendo nada, creo que el “Bar Colón” sigue siendo el “Bar Colón” y por más que cambien de nombre para mí y todos aún sigue siendo el “Bar Colón”. Si existe un icono para Curuzú es precisamente el ese lugar, donde de una u otra manera casi todos fuimos protagonistas de alguna historia, algunas veces hicimos el papel de villanos, pero otras veces fuimos héroes. El “Bar Colón” fue testigo silencioso de muchas historias, algunas alegres, otras tristes y otras intrascendentes, pero siempre estuvo allí, como un testigo imperturbable de lo que eran para nosotros grandes tragedias o grandes comedias.
Cuando empezamos el colegio, el primer paso obligado era el “Bar Colón”, donde nos reuníamos para terminar de despertarnos y para tomarnos el primer café del día y contarnos los chismes del día anterior y de paso para tratar de escaparnos sin pagar y dejarlos a Sixto y a Coco con bronca hasta el mediodía (hora en que regresábamos del colegio y había que pagar o pagar). Hoy pienso, que Sixto, Coco y posteriormente Luque, hacían lo imposible para que nos escapemos y la bronca final sea para los mellizos Sánchez, dueños de ese lugar.
El café del “Bar Colón” era horrible, pero como decían entonces “era de café de máquina” y eso hacía que lo deleitemos mejor, pero el gusto a cucaracha era el de siempre, esas se notaban que eran de la misma raza. De cualquier manera me gustaría tomar hoy uno de esos, porque eran especiales y únicos y tenían el sabor de la aventura de la época antigua y el sabor de la nostalgia de la época actual.
De los viejos mozos tengo hermosos recuerdos, Luque se hizo policía federal y hoy debe tener un cargo importante, Coco sacó dos veces la lotería de Corrientes y murió trágicamente, pero en su ley, de Sixto nada sé, pero supongo que le habrá ido bien tal como corresponde a la gente que siempre fue buena y honesta.
El Colón abría a las siete de la mañana para atendernos a nosotros y cerraba a la una de la tarde para atendernos a nosotros y a algunos mamados más que no vienen al caso. Pero lo real es que creo que como negocio, realmente no lo era, pero era una época en que el dinero era realmente lo que es, es decir, nada. Lo importante era la satisfacción del deber cumplido, la satisfacción de saber que la obligación era cumplir con los horarios correspondientes, ganes o pierdas.
A las cinco de la tarde se abría nuevamente y se empezaban a sacar las mesas a la vereda y a las seis de la tarde, nuestro grupo estaba reunido al pie del cañón para ver el espectáculo diario de ver una chica de Divito en acción. El espectáculo duraba aproximadamente diez minutos, que era lo que tardaba Alcira de León y su señora mamá en llegar desde la esquina del correo hasta que se perdía cerca del 1º de mayo. Alcirita era una mezcla de diosa y pantera que jamás tuvo una sonrisa para nuestra mesa de admiradores, pero estoy seguro que habrá sentido las ondas positivas que irradiábamos los allí presentes. Volviendo a la realidad quiero decirles que de ese lugar tan querido, surgieron muchos amores y muchos desencuentros, pero que en su momento fueron horas felices y otras que no tanto, pero que hoy y mirados a la distancia hacen que nuestro espíritu recuerde con nostalgia a esa escuela de vida, a ese segundo hogar, a ese refugio que fue y será siempre el “Bar Colón”.


Capítulo XIV: EL EXTRAÑO CASO DEL GORDO MARTÍNEZ
Si Darwin hubiese nacido en mi pueblo, la teoría de la evolución se hubiese ido a la mierda, o se hubiese comprobado rápidamente y sin discusiones, porque el eslabón perdido vivía en Curuzú y se llamaba Elvio Martínez. El “gordo” era una mezcla de “homo erectus”, con “homo sapiens” pero con características mercedeñas. Caminaba en forma erecta y sacando pecho y de su cintura colgaba un cuentaganados, que no sé para qué usaba, lo que sumado a sus zapatos “Guido” y su vaquero “Lee” y su camisa a cuadros y pañuelo al cuello hacían de él, un perfecto mercedeño, es decir un perfecto b………
Pero pese a todo lo que dije, era un tipo realmente especial y se jugaba por los amigos cuando la ocasión así lo exigía. El “gordo” era un tipo especial, sobre todo en las épocas de las famosas pruebas “trimestrales” donde oficiaba de “cebador de mates” tipo distinguido, porque sus mates eran realmente buenos y porque además lo hacía en forma malabarística ya que tenía que cruzar varios techos para satisfacer a los dos equipos de estudiantes que nos reuníamos en la casa de Ciro o en la mía, las que estaban separadas casa y techo de por medio.
En la casa de Ciro “en las piezas de las empleadas” estudiaban “papi” Hanson, Horacio Pibernat, Ciro y algún otro, en la mía estudiaban el “gordo” Pintos, Jorge Avellanal, “cacu” Adaime y yo. No sé como era en lo de Ciro, pero en la mía, el olor a pata se podía cortar con cuchillo. El “gordo” iba de casa en casa llevando sus legendarios mates y tratando de hacer el menor ruido sobre los techos, hasta que un día sucedió lo impensable, alguien vio parado en el techo de “los ases del sanitario” a una figura extraña; yo pienso que era un fantasma, pero nunca lo sabré. Lo cierto es que cargué un Winchester de nuestra colección y tiré un tiro, la bala rebotó en todos los techos y el fantasma no dio señales de vida. El grupo de Ciro desapareció y el nuestro también, y nuestro cebador de mates, con más razón.
Luego del acontecimiento, y con todo el terror del caso procedí a sacar las balas que el rifle tenía en su cargador y gatillé para mostrar que estaba vacío. La bala salió no sé de donde y pasó por entre las piernas de Jorge Avellanal que desde ese día quedó negro y con una bolita más chica que la otra (si esto no es cierto, preguntar a Margarita por las dudas).
Pero volviendo al caso del “gordo” Martínez un día, a esos de las seis de la tarde, el “gordo” Martínez pasó del brazo de la chica que nos convocaba al Bar Colón y desde ese día pude comprobar que eso que dicen de que “el hombre es como el oso”, es cierto.



Capítulo XV: Día del Estudiante, noche de carrozas


A pesar de lo reducido de nuestro grupo, creo que éramos casi excepcionales, sobre todo cuando uníamos nuestros esfuerzos y nos dedicábamos con pasión a un ideal y trabajábamos en forma mancomunada y solidaria, como cuando decidimos hacer una carroza espectacular para el 21 de septiembre, y si no hubiese sido por algunos “imponderables” hubiésemos logrado el primer puesto por muerte pero.......... las cosas sucedieron así: luego de conseguir que nos presten los galpones del viejo mercado para trabajar, nos abocamos a la tarea titánica de pensar qué motivo sería lo suficientemente atractivo para superar lo que haría la Escuela Industrial que contaba con todos lo medios y toda la técnica para ganar (como siempre) ese concurso. Luego de pensar reflexivamente que haríamos, llegamos a la conclusión que buscaríamos algo espectacular y simplemente impensado. Buscamos reinas y princesas adecuadas y logramos la ayuda del colegio Carmelitas que nos dio la solución a parte del problema; la reina sería Susy, las princesas serían Silvia García y una chica Manzini y algunas otras que no recuerdo. La segunda parte del problema era saber el motivo de nuestra carroza y buscar un motivo espectacular y por sobre todas las cosas ¡cómo lograrlo!
Luego de varias noches de vinos y pollos ajenos, encontramos el motivo de nuestra soñada carroza y el nombre ideal e impensado para la época, se llamaría “Hacia la Edad de Oro” y estaba compuesta por un plato volador, un robot, algunas cosas del futuro y algunas más que hoy (35 años después) recién están sucediendo.
Entre la chatarra y artefactos en desuso que encontramos en el viejo galpón municipal, había una calesita rota y máquina de hacer hormigón de las llamadas “chanchas” y ellas fueron la base de nuestra gran carroza y que les aseguro fue la sensación del momento. Luego de construir la espectacular carroza y faltándonos pocos detalles para terminarla nos pusimos a pensar en donde irían reinas y princesas y nuevamente la imaginación y el azar nos dieron la solución. Don Juan Verde (dueño de la empresa de pompas fúnebres) había viajado a Córdoba de vacaciones hasta el día 25 de septiembre, lo que nos solucionó en parte el problema. De una vieja carroza fúnebre hicimos el capitel para reinas y princesas, que pintado de dorado quedó espectacular, lo que sumado a las otras partes y a los personajes que en ella viajaban, hacía que lo nuestro fuera insuperable, aún para el legendario Colegio Industrial.
Pero como dice la Ley de Murphy: si algo puede suceder, sucede. El 21 de septiembre nos preparamos desde las seis de la tarde para el evento; a las nueve comenzamos el desfile y nuestro grupo había hecho algo así como una guardia pretoriana para custodiar orgullosamente nuestra obra de arte. El palco del jurado estaba en la esquina del Colegio Industrial y desde cincuenta metros antes se veía nuestra majestuosa carroza en medio de voluptuosos movimientos de traslación y rotación que ninguno de los jurados podría imaginarse como lo logramos; pero cuando faltaban diez metros escuchamos un grito que venía desde enfrente del jurado: “Mi coche fúnebre”, decía Verde poniéndose rojizo, a lo que nuestra guardia pretoriana respondió desapareciendo misteriosamente debajo del acoplado.Esa noche dormimos en la comisaría, nos dieron el segundo premio pero los jurados, Cacho Dal Lago, Totín Cigliutti, René Borderes, Sánchez Ávalos y otros que no recuerdo no tuvieron más remedio que rendirle pleitesía a nuestro esfuerzo e imaginación y otorgarnos ese segundo premio que aún hoy me sabe a triunfo.

Alberto Raso.


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