Este pequeño libro trata de personajes y circunstancias que en realidad no sé si realmente han existido o no pero seguro que los de mi generación pueden jurar que lo que voy a contar es real y nos ofendería que alguien piense lo contrario. Por razones de comodidad y por sobre todas las cosas por razones de vergüenza propias o ajenas voy a tratar de omitir dar nombres cuando la situación sea comprometida, pero estoy seguro de que los protagonistas (a quienes va dirigido este libro) sabrán de quien se trata y podrán sentirse orgullosos o vergonzosos con el relato, pero de todas maneras sé que en el fondo de su corazón sentirán un dejo de congoja o alegría cuando sepan que esto es para ellos.
Estos cuentos están destinados a mis amigos y conocidos, a todos aquellos que de una u otra forma han hecho que mi vida sea lo que hoy es, un montón de gratos recuerdos, que trataré de recrear en estas humildes páginas.
Las historias y aventuras que voy a contar sucedieron en una ciudad (que prefiero llamar pueblo) cuyo nombre es Curuzú Cuatiá y cuya historia es por demás rara ya que aún después de doscientos años aún se discute qué quiere decir, algunos dicen que significa "cruz de papel" (en sentido etimológico) y otros más realistas, "cruces de papeles" (en sentido histórico), y además hay otra teoría que es la que yo sostengo que se llama Teoría Jesuita y que significaría "mojón tallado en piedra con una cruz" (la cruz era el símbolo de los jesuitas). También se dice que la fundó Belgrano en 1810, pero la realidad es que ya existía y fue fundada muchos años antes por el Marqués de Avilés. De cualquier manera todo esto tiene una importancia muy relativa con respecto a la intención de este libro que trata de ser una recreación de cuentos y anécdotas que han ocurrido entre los años 60 al 70 aproximadamente y que en realidad como dije anteriormente no sé si realmente ocurrieron, pero creo que sí.
Todo lo que voy a narrar puede haber sucedido antes o después de lo que pienso, pero creo que hoy no es tan importante saber los parámetros del tiempo, lo realmente importante es la intensidad de los recuerdos y lo que ella produce en nuestros corazones. Este libro está dedicado a mi familia y a todos aquellos que recuerden con nostalgia esa frase "Cualquiera tiempo pasado fue mejor".
El primer cambio fue en el uniforme, que era de un color gris (tipo ojo de perdiz) tan feo que te daba lástima, la tela era de esas tan ordinarias que aún no sé que era, lo cierto que en verano te c...... de calor y en invierno te c...... de frío y sólo se conseguían en la tienda de viuda de Guahnon e Hijos, lo que me hace pensar ahora en si no había un pacto secreto entre el rector e Isaac Guahnon o el hermano. Después de sacarnos la foto de reglamento en lo de Pablo emprendimos la tarea de aparecer por el colegio donde nos esperaba la grata sonrisa de Sánchez Ávalos y Blanckcaseaux para darnos la bienvenida. En el primer recreo nos armamos de valor y algunos fuimos al baño donde nos esperaban los de quinto año para pegarnos una hermosa coqueada como bienvenida. Luego de los cocos y entre lágrimas y sonrisas, empezamos a conocernos, los que entrábamos al primer año y también los que repetían y que ya tenían experiencia en estas lides. Entre los nuevos estábamos "Papi" Hanson, "Tim" Robaina, "Corcho" Borderes, el "Loco" Barrientos, el "Tucumano" Sosías, la "Gorda" Tinasio, Omar Sifón, "Oreja" Benítez, el "Recio" González, Miguel Cartolano, el "Gordo" Pintos, "Cacho" Basualdo, Carlos Jacobo, Centurión, y entre los de con "más experiencia" figuraban Gloria Silguero, Jorge Avellanal, el "Gordo" Aspiazú, "Ciro" Acuarone y seguramente algún otro que ahora no recuerdo.
Luego de dos meses de entrenamiento tipo "Legión extranjera" empezamos a desconfiar de nuestro director y llegamos a la conclusión de que todo fue un gran verso. Ese año el Pola se pasó unas vacaciones de novela (quizá en Paso de los Libres) y nosotros quedamos con un gran resentimiento. Quizá de esa experiencia tan traumática como cómica, salió mi afición al cine que pude transmitir a mis hijos y hoy tengo el orgullo de tener un hijo director de cine y realizador cinematográfico, pero de los de "en serio".
Alrededor de las once de la mañana nos llamaron a los integrantes del equipo a la rectoría y nos leyeron a viva voz un escueto telegrama proveniente de Mercedes que rezaba "Devuelvan copa robada, de lo contrario iniciaremos acciones judiciales".
1) Porque es sano faltar al colegio de vez en cuando ya que así nos vamos haciendo más responsables para mitad de año cuando sabemos que ya nos quedan pocas faltas y que no podemos ni siquiera llegar tarde.
2) La rata es un excelente ejercicio, ya que nosotros éramos tan bobos que nos hacíamos la rata caminando hasta el paso de las niñas, la chacrita de los curas o el puente del cuatro, lo que hacía que invariablemente llegáramos al lugar y tuviéramos que volver para estar en nuestra casa a la hora de comer.
3) Agudiza la imaginación porque cuando era fácil, lo hacíamos en el parque Mitre y teníamos que disfrazarnos de árbol o mimetizar con el terreno (tipo camaleón) para que Juan Blanckcaseaux no nos encuentre y nos haga hacer un papelón.
4) Hace que uno fume menos porque por el temor de ser descubierto no queríamos que salga humo de ningún lado.
5) Finalmente, hace que uno admire la inteligencia y la perspicacia de nuestros padres, porque no recuerdo una vez que no me hayan descubierto.
6) Consejo de un viejo ratero: "Antes de hacerte la rata, pensálo dos veces, es menos sacrificado estar en el colegio que escondido cinco horas".
Otro día, y bastante más acá en el tiempo, apareció otro personaje cuyo nombre era Robert Belmondo y que se decía que era primo hermano de Jean Paul Belmondo, su profesión era lo que se dice ahora un "doble de riesgo", es decir que son los que hacen las escenas arriesgadas que los actores no hacen por temor a arruinarse el cutis, el c....., o lo que sea. Lo cierto es que el parecido con el famoso era realmente impresionante y hacía cosas notables con su cuerpo, como saltar sobre los autos, prenderse fuego, etc. Un día decidió hacer la prueba máxima de su carrera y saltar sobre un auto lanzado en velocidad, lamentablemente el partenaire para este acto era Carlitos Larralde, que era mucho más loco que Él y tenía una camioneta Ford que andaba muy fuerte. Nunca supe que pasó en la ruta pero a los tres días apareció bastante maltrecho el inefable Belmondo y realizó en el club Curuzú su última hazaña, batir el récord guiness de poner disco, estuvo 72 horas con la música a todo volumen, nosotros bailamos hasta las seis de la mañana y todos se fueron a dormir y supongo que Belmondo también.
"Ya llega la comparsa, Los vaqueros del jazz
para alegrar las fiestas en este carnaval
que baile el presidente, que baile el director
que baile todo el mundo en este carnaval."
Y eso se repetía durante tantas veces que hasta hoy lo recuerdo. Después de cinco minutos, nos echaban a patadas en medio de aplausos y lágrimas.
De esa comparsa nació el suceso de esos años, The teen lads, (que me gustaría saber hoy que corno significa). Lo cierto es que esta agrupación estaba formaba en principio por "Corcho" Borderes en voz y guitarra eléctrica, Raymundo Centurión alias "solsona" en piano, el "Negro" Martínez en batería, el "petiso" Amarilla en guitarra y el "Flaco" Cravero" en voz y guitarra.
Antes de empezar las actuaciones practicaron durante mucho tiempo e incluso se hizo una especie de casting para buscar nuevos talentos. Un día me invitaron a participar y como yo no sabía tocar ni el timbre, ni la campana siquiera me puse a practicar enfáticamente cantos. Recuerdo que ensayé distintas canciones de las que estaban de moda en el momento y ese esfuerzo sumado a mi gran amistad con "Corcho" y el "Flaco" Cravero fuera todo un éxito para mí. La canción elegida para la prueba fue "Pecosita" y fue tal el éxito que me echaron a patadas pero me dieron aliento para la próxima vez. Aún ahora cuando una raspadita en las estaciones de servicio y sale inexorablemente la frase "Seguí participando" me acuerdo del tema con la resignación del caso. Pero allí no termina para mí los Teen lads porque fueron durante años mis ídolos. Cantaban canciones en un dudoso inglés y eran dueños de un estilo tan particular que tuvieron éxito en varios pueblos de los alrededores y estoy seguro que si no hubiese sido por la orquesta de los estudiantes también los hubiesen tenido en nuestro pueblo. De cualquier manera hoy en día todos ellos son grandes músicos y me gustaría que alguna vez se reúnan nuevamente.
Las noches de box eran realmente extraordinarias,eran noches de emocion y de sorpresas,porque aveces anunciaban algunas peleas que por algunas razones no se podian realizar (no llegaba el colectivo, el tren se rompio en concordia o el pugil estaba" muy mamado").Lo cierto es que habia que ir para sacarse las dudas.-
Casi todos eramos aficionados al box y cada uno tenia su propio idolo, Ciro era fanatico de Omar Taibo, yo de Osmar Maderna,Roberto de Trotta,pero todos coincidiamos en uno que era muy especial,porque era un fenomeno y ademas era primo de Jorge y por si eso fuera poco !era del centro¡. se trataba de Ramiro Avellanal, el legendario " Kid Centella"quien era dueño de un estilo muy fino y de un golpe exacto, que por lo general hacia estragos en sus contrincantes.
Una noche aparecio por Curuzu un nuevo personaje que se hizo inolvidable entre nosotros,se trataba de Horacio Pibernat,que como dice la cancion era una mezcla rara de " penultimo linyera y primer astronauta de un viaje a venus".Para darle la bienvenida lo invitamos al box porque peleaba Omar Taibo defendiendo el titulo de campeon correntino frente a un petiso goyano.La pelea duro dos o tres rounds,la "fiera Taibo" gano por nocaut y como corolario nos fuimos a comer un rico asado al " Carancho",el mozo que nos atendio era Omar Taibo y Horacio sorprendido nos dijo :¿ pero este no es el campeon correntino de box? a lo que Ciro y yo contestamois al unisono en una extraordinaria conexion de ideas: Si,! asi nomas son las cosas en Curuzu¡.-
La noche anterior eranoche de serenata,asi que la mayoria estaba sin dormir,el viaje era en camion y por consiguiente duraba aproximadamente dos horas,mas el tiempo que nos llevo encontrar a Cartolano y al "Tucumano" Socias que estaban tirados en una zanja camino al barrio suboficiales descansando placidamente por no decir ( en pedo).
Despues de aproximadamente dos horas llegamos al lugar que esperabamos sea el paraiso terrenal y ante la gran desilucion de las chicas,casi todos nos dormimos rapidamente.A las cuatro de la tarde emprendimos el regreso y las miradas de odio de las chicas nos hicieron sentir que eramos todos maricones.
Amen
Cuando empezamos el colegio, el primer paso obligado era el “Bar Colón”, donde nos reuníamos para terminar de despertarnos y para tomarnos el primer café del día y contarnos los chismes del día anterior y de paso para tratar de escaparnos sin pagar y dejarlos a Sixto y a Coco con bronca hasta el mediodía (hora en que regresábamos del colegio y había que pagar o pagar). Hoy pienso, que Sixto, Coco y posteriormente Luque, hacían lo imposible para que nos escapemos y la bronca final sea para los mellizos Sánchez, dueños de ese lugar.
El café del “Bar Colón” era horrible, pero como decían entonces “era de café de máquina” y eso hacía que lo deleitemos mejor, pero el gusto a cucaracha era el de siempre, esas se notaban que eran de la misma raza. De cualquier manera me gustaría tomar hoy uno de esos, porque eran especiales y únicos y tenían el sabor de la aventura de la época antigua y el sabor de la nostalgia de la época actual.
De los viejos mozos tengo hermosos recuerdos, Luque se hizo policía federal y hoy debe tener un cargo importante, Coco sacó dos veces la lotería de Corrientes y murió trágicamente, pero en su ley, de Sixto nada sé, pero supongo que le habrá ido bien tal como corresponde a la gente que siempre fue buena y honesta.
El Colón abría a las siete de la mañana para atendernos a nosotros y cerraba a la una de la tarde para atendernos a nosotros y a algunos mamados más que no vienen al caso. Pero lo real es que creo que como negocio, realmente no lo era, pero era una época en que el dinero era realmente lo que es, es decir, nada. Lo importante era la satisfacción del deber cumplido, la satisfacción de saber que la obligación era cumplir con los horarios correspondientes, ganes o pierdas.
A las cinco de la tarde se abría nuevamente y se empezaban a sacar las mesas a la vereda y a las seis de la tarde, nuestro grupo estaba reunido al pie del cañón para ver el espectáculo diario de ver una chica de Divito en acción. El espectáculo duraba aproximadamente diez minutos, que era lo que tardaba Alcira de León y su señora mamá en llegar desde la esquina del correo hasta que se perdía cerca del 1º de mayo. Alcirita era una mezcla de diosa y pantera que jamás tuvo una sonrisa para nuestra mesa de admiradores, pero estoy seguro que habrá sentido las ondas positivas que irradiábamos los allí presentes. Volviendo a la realidad quiero decirles que de ese lugar tan querido, surgieron muchos amores y muchos desencuentros, pero que en su momento fueron horas felices y otras que no tanto, pero que hoy y mirados a la distancia hacen que nuestro espíritu recuerde con nostalgia a esa escuela de vida, a ese segundo hogar, a ese refugio que fue y será siempre el “Bar Colón”.
Pero pese a todo lo que dije, era un tipo realmente especial y se jugaba por los amigos cuando la ocasión así lo exigía. El “gordo” era un tipo especial, sobre todo en las épocas de las famosas pruebas “trimestrales” donde oficiaba de “cebador de mates” tipo distinguido, porque sus mates eran realmente buenos y porque además lo hacía en forma malabarística ya que tenía que cruzar varios techos para satisfacer a los dos equipos de estudiantes que nos reuníamos en la casa de Ciro o en la mía, las que estaban separadas casa y techo de por medio.
En la casa de Ciro “en las piezas de las empleadas” estudiaban “papi” Hanson, Horacio Pibernat, Ciro y algún otro, en la mía estudiaban el “gordo” Pintos, Jorge Avellanal, “cacu” Adaime y yo. No sé como era en lo de Ciro, pero en la mía, el olor a pata se podía cortar con cuchillo. El “gordo” iba de casa en casa llevando sus legendarios mates y tratando de hacer el menor ruido sobre los techos, hasta que un día sucedió lo impensable, alguien vio parado en el techo de “los ases del sanitario” a una figura extraña; yo pienso que era un fantasma, pero nunca lo sabré. Lo cierto es que cargué un Winchester de nuestra colección y tiré un tiro, la bala rebotó en todos los techos y el fantasma no dio señales de vida. El grupo de Ciro desapareció y el nuestro también, y nuestro cebador de mates, con más razón.
Luego del acontecimiento, y con todo el terror del caso procedí a sacar las balas que el rifle tenía en su cargador y gatillé para mostrar que estaba vacío. La bala salió no sé de donde y pasó por entre las piernas de Jorge Avellanal que desde ese día quedó negro y con una bolita más chica que la otra (si esto no es cierto, preguntar a Margarita por las dudas).
Pero volviendo al caso del “gordo” Martínez un día, a esos de las seis de la tarde, el “gordo” Martínez pasó del brazo de la chica que nos convocaba al Bar Colón y desde ese día pude comprobar que eso que dicen de que “el hombre es como el oso”, es cierto.
Capítulo XV: Día del Estudiante, noche de carrozas
A pesar de lo reducido de nuestro grupo, creo que éramos casi excepcionales, sobre todo cuando uníamos nuestros esfuerzos y nos dedicábamos con pasión a un ideal y trabajábamos en forma mancomunada y solidaria, como cuando decidimos hacer una carroza espectacular para el 21 de septiembre, y si no hubiese sido por algunos “imponderables” hubiésemos logrado el primer puesto por muerte pero.......... las cosas sucedieron así: luego de conseguir que nos presten los galpones del viejo mercado para trabajar, nos abocamos a la tarea titánica de pensar qué motivo sería lo suficientemente atractivo para superar lo que haría la Escuela Industrial que contaba con todos lo medios y toda la técnica para ganar (como siempre) ese concurso. Luego de pensar reflexivamente que haríamos, llegamos a la conclusión que buscaríamos algo espectacular y simplemente impensado. Buscamos reinas y princesas adecuadas y logramos la ayuda del colegio Carmelitas que nos dio la solución a parte del problema; la reina sería Susy, las princesas serían Silvia García y una chica Manzini y algunas otras que no recuerdo. La segunda parte del problema era saber el motivo de nuestra carroza y buscar un motivo espectacular y por sobre todas las cosas ¡cómo lograrlo!
Luego de varias noches de vinos y pollos ajenos, encontramos el motivo de nuestra soñada carroza y el nombre ideal e impensado para la época, se llamaría “Hacia la Edad de Oro” y estaba compuesta por un plato volador, un robot, algunas cosas del futuro y algunas más que hoy (35 años después) recién están sucediendo.
Entre la chatarra y artefactos en desuso que encontramos en el viejo galpón municipal, había una calesita rota y máquina de hacer hormigón de las llamadas “chanchas” y ellas fueron la base de nuestra gran carroza y que les aseguro fue la sensación del momento. Luego de construir la espectacular carroza y faltándonos pocos detalles para terminarla nos pusimos a pensar en donde irían reinas y princesas y nuevamente la imaginación y el azar nos dieron la solución. Don Juan Verde (dueño de la empresa de pompas fúnebres) había viajado a Córdoba de vacaciones hasta el día 25 de septiembre, lo que nos solucionó en parte el problema. De una vieja carroza fúnebre hicimos el capitel para reinas y princesas, que pintado de dorado quedó espectacular, lo que sumado a las otras partes y a los personajes que en ella viajaban, hacía que lo nuestro fuera insuperable, aún para el legendario Colegio Industrial.
Pero como dice la Ley de Murphy: si algo puede suceder, sucede. El 21 de septiembre nos preparamos desde las seis de la tarde para el evento; a las nueve comenzamos el desfile y nuestro grupo había hecho algo así como una guardia pretoriana para custodiar orgullosamente nuestra obra de arte. El palco del jurado estaba en la esquina del Colegio Industrial y desde cincuenta metros antes se veía nuestra majestuosa carroza en medio de voluptuosos movimientos de traslación y rotación que ninguno de los jurados podría imaginarse como lo logramos; pero cuando faltaban diez metros escuchamos un grito que venía desde enfrente del jurado: “Mi coche fúnebre”, decía Verde poniéndose rojizo, a lo que nuestra guardia pretoriana respondió desapareciendo misteriosamente debajo del acoplado.Esa noche dormimos en la comisaría, nos dieron el segundo premio pero los jurados, Cacho Dal Lago, Totín Cigliutti, René Borderes, Sánchez Ávalos y otros que no recuerdo no tuvieron más remedio que rendirle pleitesía a nuestro esfuerzo e imaginación y otorgarnos ese segundo premio que aún hoy me sabe a triunfo.
Alberto Raso.
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