martes, 20 de octubre de 2009

El hombre del clavel púrpura

El hombre del clavel púrpura era un hombre bueno y normal y servicial para todo, el único problema que tenía era que se empedaba junto con todos nosotros después de nuestras largas serenatas y se ponía triste y melancólico y se acordaba en ese momento de sus padres y se ponía a llorar. Pero cuando su estado era normal era un tipo alegre juguetón y sin problemas, nunca fue muy bueno en los deportes, sin embargo jugando al truco y levantando botellas de champagne era un fenómeno.
Mientras estábamos en el colegio era un amigo excepcional y ayudaba a cualquiera que necesitaba algo de cualquier cosa. El hombre del clavel púrpura no tenía ninguna clase de problemas ni complejos siempre estaba sonriendo y siempre tenía un motivo para festejar algo.
Cuando terminamos de estudiar el "gordo" viajó junto con Cacho Basualdo, yo y algunos otros hacia la gran ciudad de Corrientes, que en ese entonces era para nosotros los curuzucuateños lo peor que nos podía pasar porque los estudiantes de Curuzú éramos los "kelpers" en esta tierra extraña donde lo primero que te preguntaban era cuántos apellidos tenías, si teníamos estancias, o algún negocio importante. Si no reuníamos esos requisitos éramos ciudadanos de segunda y despreciados por toda la sociedad correntina. A pesar de ello lo mismo teníamos éxito entre las mujeres pero siempre entre penumbras, no sea cosa que alguien se entere que las nenas de Corrientes estaban saliendo con algún croto de Curuzú.
Nosotros, a pesar de ser "kelpers", éramos los más instruidos de todos los correntinos, porque nuestros profesores eran excelentes y no teníamos un idioma extraño como el mercedeño ni éramos los porteños del litoral como los goyanos. Ni bien llegamos a Corrientes nos repartimos en distintas pensiones, Basualdo vivía en una pensión cercana al centro, Ciro por la calle Gutemberg en un hermoso chalet, el hombre del clavel púrpura en la casa de una tía sobre la costanera y yo en un castillo abandonado que hoy se conoce como el castillo Roberts pero que en ese momento era una piltrafa donde los pisos de madera estaban tan apolillados que en cualquier momento podías aparecer en el fondo de un sótano junto con los huesos de algún prócer olvidado ya que anteriormente había sido un hospital para niños con poliomielitis, enfermedad que había asolado Corrientes en el año 50 aproximadamente.
El hombre del clavel púrpura pasó a llamarse a partir de ese momento Elvio Germán Pintos y juntos nos reuníamos invariablemente en el comedor universitario. Llegó la época de la represión y cada estudiante tuvo que esconderse como pudo. Ciro, yo y Basualdo seguimos en Corrientes y unos años más tarde el gordo Pintos tuvo que refugiarse en Santa Fe de la Veracruz, eran años difíciles para todos porque a veces sin comerla ni beberla nos podían hacer desaparecer de la noche a la mañana, Cacho Basualdo fue uno de los que se salvó de pedo y yo otro. Parecía que cada estudiante de afuera era un subversivo en potencia, sin embargo no era así. Todos éramos hombres comunes y libres pero nadie estaba exento de que nos pase lo que le pasó a la mayoría de los estudiantes desaparecidos.
El gordo Pintos encontró el amor de su vida casualmente por una circunstancia de esas y de allí se fue a vivir al sur y se convirtió en un importante empleado de vialidad nacional, cargo que ganó por sus propios medios. El gordo volvió todas las veces que pudo a Curuzú acompañado de su esposa y de sus hijos y la pasamos de película, el gordo es el siempre con la diferencia que ya no usa un clavel en el ojal y que ahora es feliz y sigue participando en campeonatos de truco donde siempre obtiene resultados positivos, lamentablemente el padre le dejó como herencia una poesía que Él tendrá que recitarla invariablemente todos los años y que en algún lado dice: "porque mi hermano menor va siguiendo el escuadrón, va muerto pero a caballo..."
Querido gordo nunca me voy a olvidar del día en que me hiciste hacer el muerto en la clase de Navía Adaime y me soplabas con tu gran pañuelo rojo mientras de atrás te llegaba el temible y legendario Sánchez Ávalos, cosa que nos valió varias amonestaciones y a mí el mote de la "Bete noire de la class" por parte de Navía.
Por todo lo expuesto anteriormente te nombramos entre todos "Caballero de la Mesa Cuadrada" y "Doctor Honoris Causa" en cuestiones de amistad.

Nota de Autor:
Querido gordo, sé que para fin de este año 2009 estarás presente en la fiesta de mi cumpleaños y yo te voy a pedir a vos y a tu mujer que me enseñes a bailar el chamamé, porque a pesar de que yo intento aprenderlo sé para mis adentros que no voy a poder hacerlo y que voy a seguir pisoteando a mi querida mujer. Nos vemos.

Alberto Raso - Tinta Nachi -


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