miércoles, 16 de diciembre de 2009

Una mujer de anchas espaldas

Hoy 4 de febrero de 2009, comienzo a escribir la historia más triste de mi vida, la más dramática y la que seguramente me causará más penas. Voy a tratar de suavizarla lo más posible y a buscar la forma que me produzca menos dolor, tanto a mí como a mí familia y a todos aquellos que nos quieren. Por razones obvias voy a empezar por años felices, que son siempre los de la juventud, pero mi madre tuvo muy pocos años felices ya que tuvo que trabajar desde muy temprana edad.
Mi madre nació en Quilmes, provincia de Buenos Aires, hija de gallegos inmigrantes con muchos estúpidos títulos de nobleza que nunca sirvieron para nada. Sus padres fueron Carlos Reina y Emilia Álvarez de Reina, de profesión modista, parapsicóloga (recibida con título de un prestigioso círculo de Buenos Aires, “Escuela Basilio”) y por las noches era contratada para animar fiestas en las cantinas y piringudines de La Boca. Su madre (mi abuela) murió a los 92 años y mantuvo hasta el último día de su vida un espíritu alegre y festivo y además hizo artesanías y cosas manuales (además de leer las manos, tirar el tarot y muchas cosas más hasta su último aliento)
Pese a todas las peripecias de su vida, mi abuela (viuda desde los 17 años) le dio a sus tres hijos (mis tíos) la educación necesaria para desempeñarse en la vida, Toto y Tota fueron maestros y su otra hermana también. Mamá se recibió con honores en el Colegio Nacional de Quilmes, Toto ingresó a la Marina y terminó sus días como despachante de aduana y su hermana menor Delia se casó con un gremialista de ferrocarriles (que no laburó nunca) pero le dio una buena vida y nunca le hizo faltar nada.
Mi madre se casó a los 19 años con Pequeño Gran Hombre que estaba siempre deambulando de lugar en lugar, Pequeño Gran Hombre y mamá fueron muy felices porque ambos eran gente de un solo amor. En el año 48 papá volvió a buscar a mi madre y ambos partieron al fin del mundo (Comodoro Rivadavia) y pasaron todas las odiseas que ya conté en el capítulo de “Pequeño Gran Hombre”.
Cuando llegaron a Curuzú ambos supieron que era el lugar de su destino final, su lugar en el mundo.
Papá siguió viajando y mamá se afincó definitivamente en Curuzú, compró con sus ahorros la casa de Juan de Vera Nº 732 y rápidamente creó la que fue la boutique (que más que una boutique parece un almacén de ramos generales) más importante de la provincia, a la que llama “Casa Silvia” en honor a su nena (la niña de sus ojos de papá) y la que acompañó mi madre, hasta la edad de 33 años.
Pero....... nuevamente la taba sabe culo con la temprana muerte de Pequeño Gran Hombre y mamá pasa a ser la mujer del luto eterno. Yo tengo 13 años recién cumplidos y la orden del doctor Noziglia es terminante : “¡Doña Tota, ya! ¡Tiene que hacer un viaje largo a cualquier lado!” Dito opta por seguir estudiando, Silvia y yo acompañamos a mamá a San Pablo, Porto Alegre, Alegrete, Santos y finalmente Río de Janeiro. El viaje dura treinta y cinco días en total, pero la tristeza de la dama del luto eterno no aguanta más y decide volver imprevistamente a Curuzú. Antes de dicho viaje mamá y Silvia van a Brasilia (nueva capital de Brasil, nunca aceptada por los brasileros) yo me quedo encerrado en un hotel leyendo revistas con la playa a media cuadra. Es el hotel Copacabana; a veces miro por la ventana pasar el famoso carnaval y me da profunda tristeza el paso de las comparsas.
Finalmente volvemos en avión hasta Uruguayana y de allí a Curuzú. La dama de luto eterno usa la vieja máquina Kodak de mi padre y Silvia una Kodak nueva con la que sacan miles de fotografías, sobre todo de Brasilia. ¡La dama se trae una idea bajo el poncho! Silvia tras miles de regalos y de souvernirs para todos, y yo traigo todos los caracoles que puedo y varias tortuguitas en ambos bolsillos de mi camisaco tipo cazador que nunca dejé de usar.
Cuando llegamos a Curuzú mamá vuelve al luto y estudia que lugar comprar allí, para hacer una nueva boutique y se decide por la propiedad de Don Homero Ferrer (tienda “Casa Ferrer”) situada a media cuadra de mi casa y rápidamente la hace remodelar al estilo Brasilia pero respeta las ideas de Pequeño Gran Hombre y sigue en casi todo su estilo, grandes ventanas, piedra laja y rejas en la entrada (hoy está igual)
Llama al arquitecto Espinosa y planifica según las nuevas tendencias (que no sirven) el departamento de arriba de 144 metros (al igual que el negocio de abajo 12 x 12) y le hace estructuras para cinco pisos olvidando los consejos y enseñanzas de mi padre, de que en Curuzú no sirve el hormigón armado ni las estructuras rígidas si no tienen un sistema de encadenado especial y además no sirven los techos de hormigón salvo que tengan chapa o tejas arriba. Quizá hoy con estructuras livianas y nuevas técnicas se pueda lograr. Pero pienso que no. Además mi padre sabe que bajo las cloacas corre un arroyo subterráneo. La mujer del luto eterno tiene la fuerza y el vigor que transmitió Pequeño Gran Hombre, Silvia la sigue acompañando en el negocio, yo ya empiezo o termino la secundaria y mi madre decide mandar a su hija a Buenos Aires a estudiar lo que quiera y alquila por quince años un departamento de Rodríguez Peña Nº 36 4to piso. Silvia estudia Filosofía y Letras, Abogacía y algunas otras cosas, nada termina y madre decide mandar a la niña de sus ojos a Europa durante tres meses. “Casa Silvia” sigue progresando a pasos agigantados. Mamá no abandona su luto ni su lucha y algunos años después vienen todas las hecatombes que sufrió el pueblo argentino y todos los altibajos, viene Martínez de Hoz y Brasil con su 2 x 1 y luego la moneda fuerte es la brasilera y etcétera, etcétera........
Pero la mujer del luto eterno no se entrega, compra cientos de gamulanes en Mercedes (“Ingamer”), pulóveres en Mar del Plata y camperas inflamables (cientos) y vende en todos lados, yo ayudo en lo que puedo y por grandes desilusiones dejo la carrera de Abogacía faltándome seis o siete materias. Dito está recibido con honores a los 22 años y viaja becado a México, ya llegan los años tristes nuevamente de los setenta y mi querido hermano, el hombre que no se rinde es puesto injustamente a disposición del Poder Ejecutivo y mi madre vende todas sus joyas y algunas propiedades y sigue paso por paso los destinos que le dan a mi hermano; no le pierde pisada, habla con todos los que hay que hablar pero nadie responde, golpea todas las puertas pero nadie abre. Casi dos años después (yo aún estudio en Corrientes) llega un telegrama que aún conservo con el siguiente texto: “Mamá y Dito vuelven felices”, firmado Silvia. Yo voy a la Marina a los 26 años y luego de interminables y diarias preguntas del Servicio de Contrainteligencia Naval y continúan las preguntas pero mamá siempre está atrás para protegerme. En el primer franco que me dan me caso con el amor de mi vida, la mujer de mi destino, que cumple 21 años. Mi madre viaja a Corrientes y apoya mi decisión y se viene rápidamente y se hace una fiesta a la americana, madre pone el champagne y creo que el traje de novia, Peloncho hace los últimos arreglos, Antorena es testigo de casamiento, Zitrinovich pone la vajilla y otros enseres. En el casamiento por civil yo uso mi impecable traje marinero y a la noche un traje alquilado en “La Cañita”. Mis padrinos de casamiento por iglesia son mi hermano (por poder representado por otro amigo), los padrinos de Sarita son Juanchi y María Marta Moglia Guimaraes. Toca la marcha nupcial....... Zubieta y Juanchi está apostado el campanario, nos casa el padre Chesqui y los anillos son de plata porque la cosa no da para más. Mamá también está atenta, pero el padre Chesqui (quizá por intuición o por alguna otra causa) da un sermón maravilloso y termina diciendo que lo que Dios une nada ni nadie puede separar.
Para ese entonces yo era considerado por caso todos los curuzucuateños un pequeño Robledo Puch y eran muy pocos los que daban algo por mí, sólo mis amigos, mi familia y mi fiel compañera.
Era obvio que mis suegros pensaran que no era el candidato para su hija (yo haría y pensaría lo mismo) pero algo (que yo no sé) pasó y mis suegros me perdonaron y al otro día yo estaba llegando a Curuzú, mientras mi madre miraba atenta con Silvia desde la ventana. Pero esa es otra historia y como no puedo contener mis lágrimas seguiré mañana o pasado. La historia de mi madre es siempre con altibajos, una de cal y una de arena. Siempre tiene motivos para ir al cementerio, siempre un luto eterno. Silvia la acompaña a todos lados y se vuelve imprescindible, a pesar de que el negocio marcha solo porque ya están nuevas personas ayudando, las hermanas Ada y Neneca Tamburini, luego Tucha Uribe y Nidia Aztiazallán y Nilda Vallejos. Son años de prosperidad, el dinero sobra, Silvia se enamora varias veces e incluso se casa con paracaidista (de esos que pasan por Curuzú) y luego de varios fracasos cae en una profunda depresión de la que nunca más sale. La niña de sus ojos muere a los 33 años víctima de la indiferencia humana, entre ellas, la mía y eso me hará llevar una cruz a cuestas a lo largo de mi vida.
La Dama de Hierro se siente perdida, a partir de allí ya jamás será lo que fue y vuelve al refugio de los cementerios y ya el luto es permanente, sólo le quedan los recuerdos y sus dos hijos varones que poco y nada le sirven de aliciente, parece que ya nada la consuela, solamente encuentra ánimos para sobrevivir cuando llegan sus nietos de visita. De las miles de personas que antes la visitaban y adulaban quedan muy pocas. La mujer del luto eterno adopta un nuevo tipo de luto, se coloca un pañuelo blanco en la cabeza y siendo liberal hasta los huesos, camina y camina con su pañuelo, tanto por Curuzú como por Buenos Aires.
Ya “Casa Silvia” no existe, hasta las letras de bronce con su nombre pasan a ser parte del panteón solitario construido con sobriedad por Constantine.
La mujer del luto eterno tiene muchos candidatos y yo en actos de irresponsabilidad y celos me encargo de espantarlos uno a uno.
La antigua “Casa Silvia” ya no existe, ahora pasa a llamarse “Gastón Deportes” y madre pasa a vivir en el lujoso departamento de arriba, mi hermano pide su parte de la herencia y pasa a ser dueño de la gran casa construida por mi padre en donde instala su consultorio y vive en la casa de las piedras lajas y alquila la parte de atrás. Construye en ella cuatro departamentos y una casa principal (la casa de Juan de Vera Nº 732 aún está intacta)
Lentamente madre va saliendo de su ostracismo y viaja tantas veces como puede a Buenos Aires a visitar a su madre, donde suele quedar varias temporadas, cuando se cansa va a Puigarí y hace viajes a todos lados con los jubilados mientras reclama la jubilación de mi padre que nunca pudo cobrar y cuya suma es cuantiosa. Dito y yo seguimos nuestro camino, Dito siempre en lo suyo y yo en las más diversas actividades que quizá después cuente. Madre nunca pasó un domingo sin llamarnos por teléfono, yo a veces hoy cuando alguien llama, espero que sea ella.
Yo ya tengo tres hijos y hago lo que sé hacer, me dedico a la chacarita a medias con un amigo-enemigo. Madre se entera y me dice: “Las medias son para los pies” y no sé de donde consigue dinero y me compra la otra mitad de la chacarita, yo estoy feliz porque eso me gusta y me da la oportunidad de juntar cosas viejas (mi pasión) y empiezo a fabricar lámparas y practico algo de dibujo haciendo pequeñas etiquetas para varias boutiques.
Mi suegro nos regala (años antes) una casa en la que aún vivo y ella nos visita periódicamente, trayendo siempre regalos para mis hijos a los que adora.
Madre sigue viajando y ahora tiene la responsabilidad de cuidar a su propia madre en Buenos Aires que ya tiene 90 y casi no camina, pero de cualquier manera llama los domingos y pasa siempre las Navidades con nosotros en cualquier lugar que fuera. Cuando es en Curuzú prepara un mes antes la mesa navideña y el arbolito y pesebre en el descanso de la escalera.
Madre sufre una embolia cerebral y yo viajo idas y vueltas a Corrientes. Cae en un coma profundo e inexplicablemente cada vez que voy me toma fuertemente la mano, respira con un tubo en la garganta y mi hermano sabe que es el final pero yo me resisto a creerlo. Yo viajo a Corrientes y cuando llego, ya la mujer del luto eterno está en el cielo, vuelvo en forma instantánea pero no puedo ni despedirme, solamente me quedó el consuelo de que murió en brazos de mi adorada mujer. La mujer del luto eterno al fin descansó, pero aún nos sigue cuidando desde las lejanas sin cuenta estrellas.
Todos aún la extrañamos y yo le debo algo que quisiera cumplir alguna vez.
Con amor para mi madre, de sus nietos y
un abrazo profundo de tu hijo Alberto.
Nota del autor:
Nunca olvido tus consejos, ni tu sabiduría innata.
Alberto Raso

2 comentarios:

Unknown dijo...

Que loco! Buscando una cosa encontré otra que me dejó anonadada y despertó en mi una gran emoción y provocaron un volver al pasado más tuyo que mío pero increíbles! Sólo quiero decirte "encantada de conocerre Tatin"! Fue una sorpresa muy agradable! Les mando un abrazo muy grande!

Unknown dijo...

Que loco! Buscando una cosa encontré otra que me dejó anonadada y despertó en mi una gran emoción y provocaron un volver al pasado más tuyo que mío pero increíbles! Sólo quiero decirte "encantada de conocerre Tatin"! Fue una sorpresa muy agradable! Les mando un abrazo muy grande!

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