miércoles, 16 de diciembre de 2009

La fabulosa herencia de Pequeño Gran Hombre y una mujer de anchas espaldas

Capítulo I: De propiedades y algo más

De las setenta y seis propiedades que dejó Pequeño Gran Hombre no queda nada, tan sólo recuerdos y viejas fotografías que mi hermano acomodó primorosamente en un gran cajón que hoy es mi pequeña caja de Pandora, de la que saco mis ideas y las vuelvo a meter como quien vive de recuerdos y de fantasías. Cada vez que vuelvo a Curuzú, 8 kilómetros antes de llegar veo una larga hilera de eucaliptos inmensos y pienso, (a veces en vos alta) aún está “Los Bulones”, ¡la vieja chacra de papá y mamá! Y pienso para mis adentros, ¿quién vivirá allí?, ¿qué será de las vides que plantaron tan cariñosamente? Y yo estoy seguro que aún seguirán de pie, como sigue mi memoria, y me alejo un poco más y me parece que veo el tajamar del fondo, el tajamar que papá dijo que nunca se sacaría y yo estoy seguro que es así. Y yo estoy llegando a Curuzú y debo tener cuidado, porque la entrada está tan mal hecha que mi viejo le hubiese pegado un sopapo a quien la diseño de tal manera. Paso por el Regimiento y veo estructuras que se van remodelando y que se pintan de cualquier color menos del que tendría que ser. Son construcciones hechas por los ingenieros militares y me siento orgulloso de que hayan usado las ideas de mi padre, techo de dos aguas y tejas arriba, sé que algunas (las que no se ven) sólo son esqueletos, pero no importa...... Ya estoy llegando a la ciudad y de repente tengo que meterme dentro de un parque llamado “Tarragó Ros” cuando en realidad tendría que seguir derecho por la calle principal, pero tampoco me importa porque en realidad estoy adentro del “Parque Mitre” y allí pasé muy buenos momentos, voy absorto en mis pensamientos y veo un cartel que reza “Parque Mita Rori” y a la derecha otro que dice “Museo de la moto” y digo para mis adentros: ¿estará allí la moto de “Tolilo”, la del “Tarta” Zábalo, la de los Iturriaga, la Velocette, la Triunph de Cabeza, la de Soto Verde y nuestro legendario Búffalo? Sé que no, pero tampoco me importa, porque sé que ya nada es como ayer. El modernismo mató las tortugas de la plaza y también las del parque y entonces ¿qué nos queda?.......
Nada...... ¡No! Quedan cosas porque me voy acercando lentamente y veo la casa de los Puzzio (último refugio de mi hermano), veo a la izquierda lo que fue el Club Curuzú, veo a mi derecha la vieja casona que fue OSN, más allá ACYAC y sigo hasta doblar a la izquierda y veo el Club San Martín, la casa de los Di Tella a la derecha, la casa del coronel Llopart y el Colegio Nacional y doblo nuevamente a la izquierda y veo la confitería “La Perla”, y un montón de edificios que hicieron los “ingenieri” y los “Gallegos”, el viejo bar “Colón” y finalmente la casa de mamá, veo a mamá y a Silvia saludando por las ventanas y enfrente la casa “Viuda de Guanhon e Hijos” (transformada en un bazar persa) y finalmente me detengo en el antiguo comando (lugar donde Dito armó el “preciosauro”) y me detengo en la casa de Montes donde nos esperan para festejar varios cumpleaños. Por un momento vuelvo a la realidad, pero sólo por un momento....... porque veo pasar un destartalado Citröen anunciando las ofertas de un negocio cualquiera, pero yo escucho con el corazón y siento: “¡Gigantesco Circo Lowandi. Vea a Williams y Roberts desafiando a la muerte, los motoristas suicidas, ve a Fumanchu!” Y recuerdo a Pequeño Gran Hombre cuando me contaba que este era el último mago de verdad y que tenemos entradas gratis en el Ombú...... Me parece que fue ayer...... Pero no es así.
Luego de desempacar varios bolsos vuelvo a salir y voy a la casa de mi vieja, la veo parada en el final de los treinta y dos escalones, me saluda y se va y aparece Carmencita y su hija que me saludan efusivamente y María José me muestra sus calificaciones y sus medallas, me siento orgulloso, luego llega mi mujer y nuevamente el mismo ritual. Parece que Sari me está adivinando el pensamiento y me dice: “Andá donde quieras, ¡pero no hagas lo que yo no haría!” Adivinó mal, porque yo sólo quiero ir a la casa de mis amigos de siempre: Ciro, Papi y unos cuantos más para avisarle que ya estoy ahí y que la fiesta va a empezar.
Y la fiesta empieza y yo me siento el astro principal, ya puedo hablar nuevamente y varios se sorprenden de que yo pueda hablar y hasta decir poesías o narrar historias que nadie sabía...... sólo yo. Al tercer día resucité entre los muertos y no aguanté más y volví a Corrientes a gran velocidad, varias lágrimas derramé en el camino y me puse a pensar en cual era la herencia de Pequeño Gran Hombre y de mi madre y cual el legado de mi hermano y hermana......
No sé cuanto tiempo puse de Curuzú a Corrientes, pero les aseguro que fue el tiempo necesario para que al llegar supiera cual era la herencia que me dejaron y pensé para adentro...... “La herencia que me dejaron fue precisamente esta: los conocimientos que hoy tengo se los debo a ellos.......”. Encontré el más grande de los tesoros, encontré mis sincuenta estrellas, encontré en Sarita la mitad que me faltaba y volví a la vida. ¿Qué más puede pretender un ser humano? Simplemente nada...... Me acosté y dormí plácidamente y soñé con mis ángeles protectores...... y con la herencia fabulosa que me dejaron mis mayores........
Para papá, mamá, Silvia, Dito, Carmen, Cirse, Osvaldo, J. Manuel, Alberto y para sus descendientes y todos mis amigos y familiares que iluminaron mi mente para poder decir y escribir estas líneas y muy especialmente para Sarita que es mi musa inspiradora junto con la niña de mis ojos, Virginia.

Gracias viejos, nos vemos en las sincuenta estrellas.
Alberto Mario Raso.

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