miércoles, 16 de diciembre de 2009

El club de los locos

No quiero que nadie se vaya de este club que llamaré de “los locos”. Este club es un misterio, un verdadero misterio y estoy hablando en serio por esta vez, porque ese club se formó de a poco. Y ahora ya es un toco y hay un poco de todo, nada falta allí, hay políticos, hay doctores, hombres que saben mucho y algunos que no saben nada y yo estoy en el medio para atemperar la jugada.

Primero se fue formando con los que les conté, pero después otros señores se fueron agregando, aparecieron por el club oradores, militares de los de antes y hasta grandes pensadores.

Y ahora les voy a contar, como “el club de los locos” funciona y por qué funciona bien. Funciona bien porque todos son gente decente, y gente de antes, pero más funciona bien, porque son gente pensante.

El más pensante, capaz que es un abogado que ahora está retirado, no ejerce la abogacía, y sólo tiene por compañía su mujer y sus vaquitas.

Por otro lado está Misterix que siempre se retira a la horas de las puteadas y se desaparece como si fuera la espora y yo no puedo entender como hace para desaparecer, ¿será que tiene que hacer? O Será que se fue para Oriente que es su lugar preferido, porque él también es gente demás decente.

También viene el hombre de la eterna sonrisa que primero te mira y después te lee la mente

para saber que te pasa y si a vos no te pasa nada se va rápidamente, porque siempre anda con prisa y yo pienso al instante cómo hace este señor, para saber que te pasa, porque a mí no me pasa nada y admiro su inteligencia y el Don que Dios le ha dado, y él se va con su sonrisa, porque siempre anda con prisa y yo me quedo solo, solo y desamparado. Ese señor es doctor, y doctor del corazón, antes operaba, ahora no quiere saber más nada de su vieja profesión y le agradezco que sea así, le agradezco con razón que pueda leer mi mente. Ese doctor es decente, yo también le leo la mente.

Además viene Miguel Galantini, alias el “loco”, que es porfiado por demás, parece que no sabe nada, pero sabe de todo y no podés discutir con él, porque siempre tiene razón, sobre cuando habla de Juan Domingo Perón. En raras ocasiones se mete en las discusiones y se arma semejante despelote, tenés que salir al trote, para atemperar la jugada y después no pasa nada, no siguen las discusiones, porque él es gente decente, y los decentes tienen sus razones para empezar a discutir y aunque yo me quedo en el medio del tremendo despelote, no puedo atajar nada porque él es el otro quijote, y yo por eso es que quiero que “el viejo club de los locos” nunca se desarme, aunque allí se armen semejantes despelotes.

Otros de los que vienen de la otra orilla son Miguel Aranda y Julio Gotlib, siempre vienen de parranda a la casa de algún amigo y yo mismo soy testigo de que al venir de parranda, la cosa muy bien no anda porque terminan mamados y yo me quedo al costado, porque no puedo tomar nada, pero seguro me como, unas ricas empanadas.

Cuando vienen a mi club de “los locos” sólo se quedan un poco, Aranda cuenta algún cuento y Julio también lo hace, y yo mucho me lamento que salgan a la disparada para comer las empanadas, pero no importa porque el maestro siempre me enseña un poco y Julio se hace el pavote y mira por todos lados y a mí no me importa nada, porque los dos son “quijotes” o don Alonso Quijada.

A veces suele cruzarse el flaco de enfrente, que es flaco y por demás desconfiado, parece que mira para aquí, pero mira para su frente, no participa en el club, dice que por “salud” y yo pienso que es otra cosa, creo que es por sus niños, que es la cosa más hermosa y esa es su mejor virtud. El flaco sabe de todo porque mucho trabajó en la vida y yo sangro por la herida, por saber lo que sabe él. Igual que todos los demás, a pesar de que es fiaquento y camina bastante lento, yo al flaco lo quiero, porque para ayudar, el flaco viene primero, es por eso que yo lo admito en el gran “club de los locos”, porque el flaco viene poco, pero el flaco que siempre parece ausente y sabe de todo un poco, está siempre presente y en lo que sí yo concuerdo, es que de todos los locos, el flaco es el más cuerdo, y si no me falla el recuerdo, el flaco de enfrente, también es gente decente.

También viene Coqui Vega, siempre con algún chisme de Curuzú, y a veces se hace el tatú y no se saca la camiseta colorada, que para él tiene una tradición, que para mí vale nada, porque yo aunque tenga mi color, me saco la camiseta y el corazón pongo a un costado, cuando hablo con razón.

Él tiene una gran virtud, que es su memoria prodigiosa, él no habla de otra cosa que no sea del color colorado y yo siempre le aconsejo que haga como yo y deje el corazón de lado, porque él es gente decente y le ruego que sea conciente y el corazón deje al costado y se deje guiar por la razón, que así será premiado.

Otras veces viene el Tory De Biasi, que es uno de mis doctores y tiene los mismos colores que yo, pero de diferentes matices. Él es blanco para la derecha y yo soy blanco para el medio, para mí no existen los grises.

Él es médico experto en traumatología y nunca tiene tiempo porque trabaja de sol a sol y también de madrugada, cuando hace cirugía y a sus hijos quiere tanto que trabaja todo el día, para poder mantener a Santiago, Victoria y Estefanía y por eso yo lo admiro, y es mi doctor preferido. Yo siempre le aconsejo que no trabaje tanto, que deje el hospital, o aunque sea el PAMI, y él siempre me contesta igual, “nada puedo dejar, ni siquiera el hospital”. Tory es un solitario que no tiene tiempo para nada y es demasiado austero, pero para el que necesita de su servicio, para eso él está primero, varias veces a mí me salvó la vida y por eso yo le agradezco y agradezco con creces, porque pocas veces él dejó sin ayudar al amigo, y al pobre necesitado, a nadie él dejó de lado, ni siquiera al que es enemigo, y de eso yo soy testigo y por eso le pregunto y le digo, y le pido por favor que no trabaje tanto y él sólo me dice: “Cumplo con mi función, soy médico de verdad, yo hice el juramento hipocrático y a nadie dejo de lado ni al más rico ni al más pobre”. Y yo digo para mis adentros: “pobre Tory, tanto trabajar para ganar unos cobres”. No tiene nada, no tiene casa, tiene deudas hasta el cogote y por eso desde ahora le llamaré....... “don Quijote”. Y a mí tampoco la plata me alcanza, sólo para comer y desde ahora me llamaré “Sancho Panza”.

Otras veces viene a visitarme, desde lejos, a la distancia, quien fue mi mejor amigo, desde mi lejana infancia, el “flaco” Cravero, llega cansado porque el camino es muy largo, tan largo que la vida no me alcanza para recorrerlo entero. Yo no sé como hace para venir, pero viene a escuchar las eternas discusiones y él escucha mis razones y yo escucho las de él. Y él no se puede ir, aunque el camino es muy largo, sin dejarme una enseñanza, pero a mí no me alcanza el tiempo que él me puede dar y aunque el camino es lejano, le pido por favor, que antes de irse, por favor, me alcance su flaca mano, y él me la extenderá, porque él, ¡es casi mi hermano!

Otras veces viene Manuel y el ruso Norberto, yo les dejo el camino abierto porque hoy no hay discusiones, hoy es un día especial, porque por primera vez, viene el “ruso” de visita, mira cuadros, mira muebles y mira otras tantas cosas, que hoy no las necesita.

Manuel es un caso extraño, primero se va para el baño y cuando vuelve, empieza a preparar el tablero para jugar al ajedrez.

Yo me desvivo pensando en como atender a los dos, porque los dos entraron juntos y semejante conjunto, es difícil de atender.

Manuel ya está preparando su salida habitual, peón 4 rey, el ruso sigue mirando cosas y me dice: “atendé nomás Alberto, yo sólo estoy contemplando las cosas que vos tenés” y yo lo miro extrañado y me vuelvo a preguntar: ¿qué estará buscando? Porque el ruso tiene de todo, nada le puede faltar.

Vuelvo otra vez a Manuel y hago lo mismo que él, juego peón 4 rey y creo que meto la pata, Manuel me mira desconcertado y rápido saca el caballo y yo le saco el alfil y si él se aviva me mata, porque estoy desconcentrado por atender a los dos. Vuelvo al ruso Norberto, y le pregunto: “¿Seguro que no necesitás nada?” Y él me responde: “Quedáte tranquilo Alberto, yo sólo vine a mirar, la próxima vez algo te voy a comprar”.

Vuelvo rápido a Manuel y sé que me cambió una pieza de lugar, y se está riendo solo, esta vez me va a ganar.

Voy a volver al ruso Norberto y ya se está yendo y sonriendo me saluda y me dice: “Chau Alberto, después te vuelvo a visitar”. Yo me quedo sin palabras, parado en mi puerta, que hoy es domingo, y a pesar de ello, está abierta para todos.

Manuel ya se está levantando y me dice: “Chau Alberto Mario, son las doce, el próximo domingo te doy la revancha, me voy a tomar mi ‘rossato’ y después voy a dormir como una chancha y cuando me despierte voy a mirar a ‘los millonarios’. Yo me quedo en la puerta, parado, desconcertado y solo y los veo alejarse y me desvelo, porque ellos no se van a su casa, ellos se van al cielo. Por esas razones, hoy en el club de “los locos”, hoy, no hubo discusiones.

Pocas veces pasa, para bien o para mal, Jorge Avellanal, siempre bien atildado, siempre bien peinado y con su negro pelo reluciente y siempre con su sonrisa que es por demás elocuente, él no viene por discusiones al “club de los locos”, él viene por otras razones, viene para ayudar. El negro Avellanal es un caso especial porque hace cuarenta años fue el primero que me ayudó, cuando yo trabajaba en el servicio de chagas, me sacó a los zapatazos y una chacarita me montó y hasta plata me dio para que diera mis primeros pasos y me puso una única condición, que pusiera como socio a un turco haragán que también era su amigo, y Dios es testigo que el turco nunca trabajó, sólo trabajé yo. A los sesenta días de poner mi pequeña gran chacarita, mamá me llamó desesperada para preguntar qué pasaba porque yo no contestaba sus cartas, yo le contesté que no pasaba nada, sólo que no tenía tiempo para nada porque estaba trabajando y mi madre tan querida me contestó enfurecida: “Trabajando vos, vos tenés que seguir estudiando, y no seguir trabajando y menos de sol a sol”. Mamá vino de Curuzú urgente y fue derecho a la chacarita y allí me vio trabajando y al turco caradura sentado en una silla porque le dolía la cintura y también la costilla. Mamá me preguntó muy tranquila quien era ese señor que estaba sentado en la silla. “Es mi socio”, dije yo, Mamá se fue a mi casita y conversó con Sarita y volvió a Curuzú. Pasó una sola semana y volvió de Curuzú y me dio un sabio consejo: “Mirá bien el espejo y verás que las ‘medias’ sólo son para los pies”. Sacó de la valija un toco de plata que jamás imaginé y me dijo: “Hijo, esto es para Usted, las medias para los pies”. Y yo me quedé contento porque de esa manera la chacarita entera me quedó para mí. Antes de irse y cuando iba a despedirse me pidió una condición y me dijo: “Por ahora trabajá, pero tenés que seguir estudiando, porque sino al final de la jornada no serás nada”. Y yo bajé la cabeza y le prometí que sería un gran abogado, pero esa promesa no pude cumplir, pero te juro mamá que antes de partir del todo, voy a cumplir mi promesa.

Y hablando del negro Avellanal, a veces viene Ramiro y un petiso de Rosario, que no quiero dejar en el armario, porque el petiso de Rosario, es uno de mis mejores amigos, y cuando ellos vienen se arma una batahola de la gran siete. El petiso, es un cohete, sobre todo para pelear, y Ramiro nunca se calienta, pero si se calienta es jodido y ahí no le gusta a nadie, porque varias veces peleamos espalda contra espalda y algunas veces ganamos y por eso somos casi hermanos. Ramiro también es boxeador aficionado, pero nunca está caliente, pero tenés que tener cuidado y no pasarte de vivo, porque ahí se transforma en Kid Centella y te baja todos los dientes y te hace ver las estrellas.

Los dos son admitidos en mi viejo club de los locos, porque los dos son decentes y por eso los dejo entrar, pero de aquí no se va ninguno, aunque alguno se tenga que ir porque yo no puedo admitir que se aleje nadie, ni siquiera un poco de mi viejo club de los locos.

Con Miguel Maccarini la cosa es otra cosa, vos lo dejás entrar y él no te deja salir, porque no para de hablar y no te deja hablar a vos. Yo digo suavemente, son las doce es hora de ir a comer, y él no deja de hablar y parlotear y hasta me convence a mí, que aun no es hora de comer. Tengo la puerta cerrada y como él no se olvida de nada me dice: “Te olvidaste el celular y aunque no es la hora de almorzar, tenés que irte a tu casa a descansar, yo vuelvo después de las tres y conversamos mano a mano”. Me abraza en un abrazo interminable y yo ruego a Dios que él no hable, pero me sigue hablando y se despide de Sarita y después me pregunta: “¿Cómo anda mi nenita?” y me cuenta que tiene un proyecto que es perfecto y viene a la medida de Sarita. Ese señor también es admitido en mi club aunque a nadie deje hablar, porque es gente decente y a pesar de que parece inconsciente y que sabe nada, sabe un poco de todo, es muy inteligente y además es diligente.

Así lentamente se fue formando mi club, con hombres verdaderos, misteriosos, quijotes, boxeadores y doctores, cualquiera puede integrar este club, pero cualquiera que sea decente y yo lo que quiero decir, es lo que dije primero, no quiero que nadie se vaya, de mi viejo club de locos, porque de esos, ya quedan pocos........

Alberto Raso – Tinta Nachi –

Nota del autor:

Este club realmente existe, pero no nombré en este escrito, a todos los integrantes, por algunas razones que no quiero explicar. Algunos de los que nombré ya no están en este mundo, están en el cielo de mis “sincuenta” estrellas y justamente a ellos les dedico este escrito, porque estoy seguro que hay algo más allá lejos y que la vida realmente no termina aquí, sino que los hombres decentes y buenos perduran, aunque sea en el recuerdo.

Alberto Raso – “El club de los locos” –

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