martes, 25 de agosto de 2009

El plato volador que no volaba

Del arcón de los recuerdos

Un día cualquiera de hace muchos años, apareció por mi chacarita un extraño artefacto de grandes dimensiones que nunca supe qué era, pero el material era fibra de vidrio y como eso no se podía vender en esa época, quedó archivado en el fondo de mi inmenso terreno. Eran las épocas en que el dengue no existía ni tampoco la gripe nueva que apareció recién hace unos meses. El único peligro que existía entonces eran las víboras y las hormigas.
Un día mirando a mis tres niños, jugando bajo la lluvia con sus tres pilotitos amarillos y sus botas haciendo juego, mi imaginación voló y les dije a mis niños que pronto no tendrían que preocuparse por la lluvia, porque estaba informado que un plato volador estaba a punto de estacionar en nuestro propio fondo.
Mis niños empezaron a hacer toda clase de preguntas y yo no decía nada más que lo necesario a mis niños ni a mi mujer.
Eran tiempos de vacas flacas y yo sabía que lo único que hace engordar las vacas flacas es la imaginación, y eso era lo que nos sobraba a mi mujer y a mí.
Un día viernes, último día de escuela y mientras los niños estaban ocupados y su madre también, extrañamente apareció en nuestro fondo el increíble "plato volador" y allí empezó una aventura que se prolongó varios años y ahora voy a contar.
"¡Papá, llegó el plato volador!" gritó Albertito desesperado. "Vieron que yo les dije" grité yo, quedándome parado. Juan Manuel y Virginia lo miran de todos lados, Sari con su sonrisa les dijo a los nenitos: "Miren por la ventana y toquen por todos lados, no se queden con las ganas". Virginia le preguntó: "¿Seguro que no hay marcianos?". Yo entré por la pequeña puerta haciéndome el enano y grité desde adentro: "¡Aquí no hay ningún marciano!"."¿Y dónde están?", preguntó Juan Manuel, "¿Salieron a comer?". Yo me quedé pensando, estos chicos son difíciles de convencer. "Entren de a uno" dijo Sarita y ellos fueron entrando uno a uno y cada cual como pudo, Juan Manuel lo hizo en cuatro patitas...
Y desde ese día ese plato volador que nunca voló, paso a ser el lugar preferido de mis hijos, allí vivieron miles de aventuras que nunca podremos saber porque es difícil entrar en la mente de un niño. Y hoy cuarenta y nueve largos años después, a mí también me hubiese gustado tener un plato volador en el fondo de mi casa. En ese plato volador jugaban cuando llovía, dormían en el verano y en el invierno los protegía del frío, en él hicieron amistades, nacieron perritos sin dueño y por sobre todas las cosas nacieron sueños felices de niños de todo el barrio. Ese plato que no volaba, a veces transportaba, hacia mis cincuenta estrellas.

Alberto Raso -Tinta Nachi-

Nota del autor:
El plato volador era un tanque de agua de fibra de vidrio que lo colocamos al revés y quedó igual a un verdadero OVNI. Luego le hicimos una puerta y cuatro ventanitas, no para que ellos vean para afuera, sino para que los veamos nosotros, porque cuando sus cabecitas se perdían era señal de peligro inminente.

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