viernes, 28 de agosto de 2009

De tal palo, tal astilla

Carta abierta a mi cuarto hijo y Laura

No hacen falta prolegómenos para esto y por ello empiezo ya:
Osvaldo Raso es nuestro cuarto hijo y él y Laura
Saben perfectamente que no son nuestros
Verdaderos hijos sino que son hijos de nuestro
Amor, y eso es lo que realmente cuenta.
Lo importante es eso y nada más que eso.
Doy por sentado que ellos nos quieren igual
O quizá no, pero eso no viene al caso, porque la
Razón me indica que a veces hay que luchar contra toda
Adversidad y contra viento y marea
Sobreponerse y jugarse a todo
O nada, (como en la película)
Y sobreponerse y olvidar y seguir
Luchando contra todo hasta que
Al fin logremos
Un buen día, volver a la
Realidad y sobreponernos a nuestros miedos y
Angustias, que vos Laura y Osvaldo se merecen.
Nunca es fácil la tarea pero recuerden que
Unidos vencerán porque ambos se complementan.
No quiero que piensen que soy un metido y me digan Tatín:
Cada cual atiende su juego.
Aunque piensen hoy de mí eso, yo
Seguiré insistiendo
En que juntos, y solamente juntos
Encontrarán el final del laberinto y
No tendrán que esforzarse
Tanto como ahora lo están haciendo,
Rompan de una buena vez las cadenas
Empiecen y continúen con fuerza y sean
Generosos como siempre han sido.
Unidos deben seguir hasta
El final del camino y recuerden a su padre que
Nunca se rindió, hasta que partió en su viaje final a mis cincuenta estrellas.

Queridos Osvaldo y Laura, toda mi familia y la que ustedes formaron, sabemos cuánto vale la libertad y ahora Osvaldo y vos son de verdad libres, y lloren cuando tengan que llorar y canten cuando tengan que cantar; yo sé que no soy nadie para hablar de esto y que los de “afuera son de palo” como se dice en el truco. También sé Laura que en tu caso “la procesión va por dentro” y te recuerdo que yo conozco tu infierno porque también lo viví, como lo vivió Osvaldo y lo tuvo que soportar en silencio como los grandes, tanto al tuyo como al mío y como el de Dito. Y también les digo que Dito tuvo su propio infierno, pero tuvo la entereza hasta el fin de sus días de conocer y alzar su primer nieto y de conocer y alzar nuevamente a la hija de Carmencita y luego recién emprendió su viaje final hacia sus cincuenta estrellas, no sin antes dejar preparada su herencia, que era poca y a la vez grande porque les dejó los conocimientos y una carrera que era lo único que tenía, ya que ni siquiera encontró su “media naranja”. Y me despido pidiéndoles perdón por meterme en su vida privada, pero lo hago con la conciencia tranquila y libre de toda culpa, porque al fin y al cabo, Laura, Dito, Osvaldo, Sarita, yo y toda nuestra familia somos nada más ni nada menos que: “Astillas del mismo palo”.
Nos vemos.
Tatín.

El enigma de esta carta se lo doy después. Cuando brindemos porque somos libres al fin.
Familia Raso Montes en pleno.
Alberto Raso.

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