jueves, 20 de agosto de 2009

El mallonero: Chamamé triste

Prólogo del autor
Esta es una versión libre del propio autor basada en la vida del popular "Matungo Ledesma" quien ahora vive de su pensión y tiene como hobby la pesca, pero antes fue uno de los mejores jugadores de basketball de la provincia de Corrientes y del país.

Se levanta tempranito, apenas si son las 3 con la mejor ilusión, quiere ganar la carrera a los otros pescadores no sabe qué sinsabores le esperan para después, pero a él no le importa, quiere ganar la carrera, y se lanza a toda vela con su chalana austera que en el río va formando una pequeña estela, no siente ni los mosquitos y no le importa chamigo, para él son sólo amigos que lo acompañan en el viaje y sabe que del tiraje depende su vida entera y debe ganar la carrera, para poder subsistir. Y ya ganó la carrera, Matungo llegó primero y solo resta esperar que le pique algún dorado, su tramallo ya ha tirado y seguro que algo saldrá. Sólo resta esperar y se dedica a soñar en cosas que sólo él sabe. Lentamente va pasando la mañana y el sol abre su ventana, en silencio y despasito y el Matungo sigue firme esperando su dorado, aunque sea un doradito, pero sólo pica el mosquito y jode por demás y sabe que por detrás vienen otros pescadores, con las mismas esperanzas, tratar de llenar las panzas de sus hijos que son tantos que no los pueden contar.
La mañana va pasando y Matungo sigue pensando en dorados nada más, por allí se siente un grito, pero en silencio nomás porque sabe que a un costado un dorado ya ha picado, y Matungo mira al frente y siempre tiene presente que ese no es el de él. Ya son las doce y el sol abraza, se pone su sombrero de paja, bastante destartalado y al frente salta un dorado, un dorado si igual, "¡ese es mío!" grita pa` sus adentros, mientras su gran dorado, salta como un bagual y Matungo está cansado y ya le sangra su mano, pero eso ya ni importa, porque semejante torta hasta puede repartir con sus hijos y sus hermanos. El tigre sigue saltando, y no se quiere entregar, y Matungo sigue mudo y tirando lentamente y el bicho ya muy cansado sólo se deja llevar. ¿Cuánto luchó el dorado? Porque ahora son las tres y el sol ya no abraza, quema que se las pela, y Matungo ya apurado emprende la retirada, porque tiene que llegar primero para poder vender su dorado.
Primero un poco despacio porque ahora está cansado, y ya no mira a su lado, después a toda vela con su brazo musculoso, y la chalana deja una nueva estela, sobre el río Paraná, mientras que el gran "Matungo" va levantando las redes, así nomás, como puede. Y no tiene que olvidar que debe llegar primero para vender su dorado y después descansar. Son las siete y el sol ya se va perdiendo, con destellos luminosos por el lado del gran Chaco, parece que está sonriendo, porque Matungo ganó otra vez la carrera y sabe que allí lo espera su esposa con los hijos para terminar la faena, y llega el gran pescador y salta antes de llegar mostrando su gran dorado y apenas mira al costado a su mujer y sus chicos y sigue gritando "¡dorado! ¡vendo dorado!" y allí se queda parado y no lo puede creer, los turistas sacan fotos y aplauden de todos lados y el pescado, y el pescado sin vender... No importa, piensa Matungo con un poco de alegría, queriéndose convencer, mañana, mañana será otro día, pero hoy el pescado sin vender...

Alberto Raso y familia

Dedicado a mi amigo "Matungo" Ledesma que hace todos los días lo que antes les conté, y a todos los pescadores que hacen lo mismo día a día para poder subsistir contra este sistema tan perverso que supimos conseguir.

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